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Arroyo Hondo pobre, hambre y desnutrición

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Arroyo Hondo rico y el pobre, dos estilos de vida con una diferencia del cielo a la tierra. La parte pobre, caracterizada por una considerable incidencia haitiana. Gente humilde, con dos comidas diarias apenas, sin ninguna garantía de nutrición y con un mínimo de preparación académica.

Hombres, mujeres y niños permanentemente expuestos a padecer enfermedades, por las cañadas y las letrinas; entre ranchetas y callejones. Una cantidad considerable de jóvenes en las esquinas, sin empleos, oportunidades de estudiar y mucho menos de trabajo.

Barberías y salones de belleza en pequeños cuartuchos, en un esfuerzo por conseguir el peso para comer, de mujeres y hombres que se resisten a delinquir, aún el hambre y el olvido de los gobiernos dominicanos los empuja.

Pequeños colegios en casas ya inclinadas por los años, póster eléctricos carcomidos, y que parecen cundidos de tela araña, por los tantos pedazos de alambres tirados desde las viviendas a fin de conseguir energía, sin importar el riesgo de electrocución e incendios.

Aguas negras y mucha basura por doquiera, calles inservibles, en su mayoría utilizada solo por los llamados motoconchos, y desde luego olvidadas por los vehículos de cuatro gomas, pasando a ser las únicas canchas de niños y jóvenes para practicar deportes.

También una exagerada cantidad de comercios informales y de chiripas, evidenciando la pobreza y el desempleo imperante.

En Arroyo Hondo pobre existe un bajo nivel de ingresos y una elevada incidencia de la pobreza. La desigualdad de ingresos y oportunidades es cada día mayor, aumentando el hambre, la desnutrición, la delincuencia y el desempleo.

Allí se observa una preocupante escasez de oferta de servicios públicos, como educación, salud, infraestructura física, seguridad ciudadana, electricidad y agua. Estos son seres humanos marginados en el corazón de la capital dominicana.

Muchos han construidos casuchas a orillas de las cañadas, ríos y terreno cenagoso, sin agua ni servicios sanitarios. Gran cantidad desempleados, y otros que acaban de llegar del campo.

Familias de cinco y seis personas ocupan esas casuchas hacinadas, dentro de las cuales ni siquiera pueden bañar sus hijos. El 95% de los residentes en Arroyo Hondo pobre son de otras partes de la ciudad y pueblos del interior, y de los haitianos ni se diga.

En Arroyo Hondo pobre no existe parques, áreas verdes, bares, discotecas ni restaurantes. De las tarjetas de crédito, solo saben que existen. No se encuentran nombres sonoros ni viven políticos, mucho menos empresarios.

Asimismo, por los callejones de Arroyo Hondo pobre circulan motores chatarras, no se celebran fiestas patrias ni cumpleaños. Hay niños de 7 años de edad que trabajan y también personas de 67.

“Claro que paso mucha hambre mi hijo. Mira, es mi primera comida del día, este arroz blanco”, contó la señora Mireya Matías, de 67 años. Vino a la capital en 19981 y “miles de penurias y calamidades me trajeron Arroyo Hondo”.

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