La crisis dominico- haitiana asume matices superiores en estos días, tras el rechazo de las autoridades del hermano país, por segunda vez consecutiva, a la ayuda humana y sanitaria dispuesta por el gobierno dominicano, como expresión solidaria de este pueblo.
El conflicto entre la República Dominicana y Haití trasciende a estos tiempos y a las fronteras mismas entre ambas naciones. Para ser justos en el análisis, el enfoque debe ser sin pasiones que debiliten y escondan la verdad.
¿Quién no sabe que por encima del llamado crecimiento económico que exhibe la República Dominicana, se impone una situación alarmante de hogares en extrema pobreza? ¿Para quien es un secreto que entre el millón 700 mil de niñas y niños que sufren el irreversible mal de la desnutrición en la región está incluido el país?
Tampoco se desconoce la alta taza de enfermos de SIDA, de tuberculosis; los que mueren por dengue, malaria y un sinnúmero de enfermedades que ya fueron resueltas en el planeta.
No basta con la afirmación del presidente Fernández, acerca de un “avance impetuoso”, cuando en medio de la inauguración de un controvertido Metro, el visitante observa el contraste de los arrabales sin techos dignos. La verdad es irrefutable y cierta: la República Dominicana es pobre y las personas más ancianas, o adultas mayores, se preguntan cómo subsistirán en este último capítulo de sus vidas.
Pero, Haití no es distante, ni ajeno. El dolor se comparte, sobre todo cuando la cercanía es tal, no por geografía si no, más allá, por lo humano. Los centros educativos públicos y privados han demostrado su duelo en conmemoración de las víctimas por el trágico derrumbe de una escuela en la capital haitiana.
La ayuda ofrecida no es “lo que sobra”, sino “lo que se tiene” y las confrontaciones ocurridas en días pasados, como se conoce, fueron condenadas por el gobierno dominicano.
Estos son tiempos de unirnos y de agradecer, porque mientras que los gobiernos de los Estados Unidos, Canadá y Francia se unen para acusar a República Dominicana y ubican el tema migratorio de manera particular, el verdadero análisis se aleja de su razón de ser y es muy fácil estar sentados desde el trono de la distancia, viendo cómo se exacerban los ánimos y crecen las disputas entre quienes debían existir diálogos y comprensión.
