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Se abre cumbre del G-20 bajo la bandera de la reforma financiera

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WASHINGTON.- Los jefes de Estado de los principales países avanzados y en desarrollo se reunieron hoy en Washington para reformar un sistema financiero en crisis, mientras su anfitrión, el presidente estadounidense George W. Bush, insistió en que la culpa no es del capitalismo.

Bush abrió el encuentro en el Comedor de Estado de la Casa Blanca con una llamada a la cooperación ante los miembros del G-20 más España, Holanda y la República Checa.

"Compartimos la convicción de que, si colaboramos, podemos restablecer la economía mundial al camino de la prosperidad a largo plazo", dijo el presidente.

Frente a un atril con la figura de un águila, que representa al Gobierno de Estados Unidos, el presidente señaló que el libre mercado es "el camino más seguro hacia el crecimiento" económico.

En cambio, algunos de los participantes en la cumbre han criticado el capitalismo con sello estadounidense.

En la cena Bush se sentó, paradójicamente, entre dos hombres de izquierda, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el de China, Hu Jintao.

Comieron codorniz ahumada con risotto y cordero aderezado con tomillo, regado con un vino cabernet de California a 400 dólares la botella.

Mientras, al otro lado de la reja norte de la Casa Blanca, organizaciones no gubernamentales ofrecieron un "banquete" alternativo para unos 150 indigentes, con alubias con carne, pasta, arroz y perritos calientes vegetarianos.

Antes de llegar a la Casa Blanca, gran parte de los líderes sostuvieron encuentros bilaterales, en los que se plasmó un consenso "casi universal" en favor de la necesidad de un mayor grado de regulación, dijo Celso Amorim, el canciller de Brasil, país que preside el G-20.

Una de las ideas que ha ganado fuelle es la creación de un "colegio de supervisores" que agrupe a representantes de las agencias de regulación para vigilar a los principales bancos del mundo, cuyos tentáculos dan la vuelta al planeta.

La portavoz presidencial, Dana Perino, dijo hoy que Estados Unidos apoya esa propuesta.

Se trata de un proyecto mucho más modesto que el establecimiento de una agencia única de regulación internacional adelantada por Francia y a la que se opone Estados Unidos.

Además del proceso de reforma del sistema financiero, el otro tema candente de la cumbre es qué hacer a corto plazo para revivir la economía mundial.

El primer ministro británico, Gordon Brown, pidió hoy a los países desarrollados adoptar de forma coordinada estímulos fiscales y bajadas de los intereses.

Jorge Taiana, el canciller argentino, argumentó que esas medidas deben reforzar la demanda, de forma que la crisis que nació en los países ricos no se contagie a las naciones en desarrollo.

El Gobierno de Bush se resiste a otro plan de gasto, pero su sucesor, Barack Obama, ha dicho que ésa será su prioridad cuando asuma la Presidencia.

Obama es el gran ausente de la cumbre, aunque dos enviados suyos, la demócrata Madeleine Albright, antigua secretaria de Estado, y el ex legislador republicano Jim Leach se reunieron con la mayoría de los jefes de Estado.

Los participantes en la cumbre pondrán manos a la obra mañana en el Museo Nacional de la Construcción, hecho de ladrillo y sostenido con unas columnas imponentes en el que los asistentes intentarán poner las bases de la nueva edificación financiera internacional.

Bush indicó que enunciarán unos principios y un plan de acción para llevarlos a cabo.

No obstante, los expertos esperan pocos detalles, en vista de que la cumbre se ha montado en cuestión de semanas.

Amorim dijo que los miembros del grupo preparan una próxima cumbre de jefes de Estado para finales de febrero o marzo y que "sería natural" que fuera en Reino Unido, que será el nuevo presidente del G-20.

El resultado más tangible del encuentro probablemente será un aumento de las contribuciones al Fondo Monetario Internacional (FMI), para que actúe de bombero en cuanto las chispas devoren las cuentas de un país.

Japón anunció hoy que ofrecerá 100.000 millones de dólares a la entidad, que también ha tocado a la puerta de China y de los países exportadores de petróleo.

El organismo tiene acceso a 250.000 millones de dólares, pero si un país grande como Polonia o Turquía se viera en problemas sus reservas se evaporarían.

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