¿Podemos volver el PLD, a lo que era, a una pequeña estructura liderada por cuadros? La respuesta es NO. ¿Podemos seguir con un PLD clientelista y con más del 90 por ciento de sus dirigentes guiados por el corrupto pensamiento de que “en política se hace lo que conviene”? La respuesta es NO. Si no podemos volver al PLD anterior y no es posible seguir con el PLD actual, ¿cuál debe ser nuestro camino?
Esa fue la pregunta que le hicimos a Euclides Gutiérrez Félix cuando nos encontramos en el funeral del papá del compañero Víctor Crispín. Euclides, con más carretera que Trespatines, miró al biógrafo Farid Kury que estaba a su lado y dijo:
-Yo qué voy a saber. Un grupo de compañeros, así como nosotros, que somos fundadores y pensadores, tenemos que sentarnos a discutir…
En este trabajo aportó los primeros criterios que deben asumirse como base para la formulación de una discusión seria, esclarecedora, estratégica. En la democracia actual, “los partidos que administran la sociedades son una corporación, los militantes en ellos son sus accionistas y los que votan por sus candidaturas con sus inversionistas, quienes, siguiendo las leyes del mundo de la especulación deciden invertir en busca de una mayor rentabilidad; que en la mayoría de los casos se expresa en forma emocional como amor a su patria o como fidelidad a la amistad con el aspirante al trono”, Prisajú: El extraño caso del perro que quería ser Rey”, Pág. 94
Para liberarse del sectarismo de los cuadros y para liberarse de la forma clientelista para manejar a la plebe, los partidos políticos, al asumir su verdadero rol corporativo, deben evolucionar hacia la forma corporativa de administración.
Esta forma corporativa de liderazgo debe tener en cuenta y entender que “no hay cosa más ficticia que el poder, definido como una fuerza emocional capaz de influir en la inclinación de la balanza en el eterna batalla entre el bien y el mal, entre el odio y el amor. Esa fuerza emocional se expresa en las vibraciones que brotan como un huracán del ensangrentado corazón humano. No todos tenemos esa fuerza y no todos sabemos expresarla. Y eso es lo que explica que no haya posiciones para dirigentes, sino dirigentes para determinadas posiciones”, Prisajú, Pág. 95.
Si se entiende eso, si se entiende que “no todos tenemos esa fuerza y no todos sabemos expresarla”, entonces está garantizada la evolución hacia el sistema corporativo de administración, porque a partir de ahí la corporación invertirá todos sus recursos en encontrar lo que en inglés se conoce como “the man for the job”, es decir, el hombre ideal para el trabajo.
En mis trabajos anteriores sobre este tema, expliqué que la democracia dominicana ya ha logrado desarrollar la conciencia de los elementos esenciales que deben componer un proceso electoral, estos son:
1- La implementación del Código del Perdedor.
2- El Buen Perdedor, personaje que asume la candidatura presidencial de su partido teniendo plena conciencia de que la victoria no es posible, que la derrota está asegurada.
3- El uso de las encuestas como un instrumento válido de determinación de posibilidades electorales, de determinación de estrategia, de formulación de alianzas, de ejecución de tácticas…
Ahora a los partidos políticos y a las corporaciones electorales les falta instrumental un mecanismo sano y democrático para el hallazgo del “man for the job”. El 6to. Congreso Profesor Juan Bosch creó el instrumento idóneo para ello, dispuso que las aspiraciones presidenciales sean una responsabilidad del aspirante y que ningún instrumento, ninguna autoridad, ningún organismo podía señalar o impedirle a un peledeísta que aspirara a la presidencia de la República, que sólo los electores podían decir quién gana y quién pierde, como debe ser en todo juego democrático.
El grupo integrado por Danilo Medina, Temistocles Montas, Reinaldo Pared Pérez, Franklyn Almeyda…compañeros todos con serios problemas a la hora de conquistar el voto popular y muy perredeístas en su convencimiento de que lo único válido es aplastar al compañero con capacidad competitiva; ese grupo organizó un congreso fraudulento y dispuso que el derecho a aspirar por la presidencial de la República lo otorga el Comité Político, con la aprobación del Comité Central. Y ese grupo, porque está plenamente seguro de su incapacidad para conquistar el voto popular, dispuso que por ser miembro del Comité Político no tienen que someterse a escrutinio alguno, sino que ellos automáticamente quedan electos; haciendo del Comité Político un Vaticano, que cada día se hace más inmoral y menos gente los respeta.
Las pasadas elecciones no la perdimos porque Danilo Medina se acobardó y no se atrevió a proponer en el Comité Central que se le impidiera a Leonel Fernández aspirar por un segundo periodo, como se lo solicitaron muchos de sus “seguidores”. Si la contienda electoral hubiese sido entre Danilo Medina y Miguel Vargas, hoy el PRD fuera gobierno, pero está vez la cobardía, o la prudencia para ponerlo en el lenguaje danilista, dio buenos frutos.
¿Por qué razón la mejor manera para encontrar “the man for the job” es permitirle al mercado electoral que decida? Porque el único que está en capacidad para percibir, captar y valorar la fuerza emocional de las ideas expresadas por un aspirante es la plebe. Ella tiene ese don, es quizás su mayor virtud. Y si usted cree que en este mundo totalmente democrático puede manipular a la plebe, entonces yo le deseo la mejor de la suerte, pero no olvide que Barack Obama derrotó al Clan Clinton. Y si el Partido Demócrata, y su Comité Administrativo hubiesen tenido el poder para decidir quién aspira a la presidencia y quién no, Barack Obama nunca hubiese sido candidato presidencial; una simple llamada de Bill Clinton al Gerente del Comité hubiese acabado con sus posibilidades.
Pero la democracia jugó el papel que debía jugar y hoy Barack Obama es el Presidente electo del supremo poder sobre la tierra y todos aspiramos a que Washington no acabe con su humilde personalidad, con su inteligencia, con su amor por su pueblo y su poderosa fuerza moral.
Aquí nos debatimos en si aprobamos o no una Constitución en la que el actual presidente reniega de lo que era su más alto anhelo político: dos períodos consecutivos y nunca más. Y lo peor del caso es que el Comité Político sancionó como buena y legítima esa propuesta. La mayoría de ellos ni cree en eso ni quiere eso, pero la cobardía, la posibilidad de perder el puesto público le hizo hacer, como dicen ellos ahora, “doblar el brazo por conveniencia”.
Ese ejemplo, esa conducta, nos obliga a aceptar, querámoslo o no, el que no es posible dejar en manos de un comité la elección de “the man for the job”. No lo harán, se le venderán al que mejor pague y el que mejor puede pagar es siempre el peor “man for the job”.
La evolución sana hacia el sistema corporativo de administración implica, primero que todo, la liberalización total en el sistema de buscada de “the man for the job”. Hay que restablecer lo que dispuso el 6to Congreso. Segundo; establecer, -aunque eso implique una gran disminución de la participación en el proceso electoral-, imponer las ideas y su fuerza emocional, su capacidad esperanzadora como un mecanismo democrático de elección. Permitir el debate público, oral y contradictorio en el que a los dirigentes, a los aspirantes se les juzgue por su record sin que esto implique un ataque personal. Tercero, es absolutamente indispensable mantener el “dos períodos consecutivos y nunca más”. Si se cede en eso se evolucionará hacia la edad de piedra en la República Dominicana.
Esta tierra no ha dado el primer presidente que haya sido capaz de respaldar las aspiraciones de uno de su compañero de partido. Es la más despiadada e irracional enfermedad del político dominicano. Balaguer aplastó y expulsó del PR a su primer vicepresidente, Augusto Lora; cuando Fernando Álvarez ganó la nominación a la vicepresidencia ordenó que lo subieran en un helicóptero, lo estacionaran en medio del mar y le dieran la opción de “o renuncia o te tiramos”; hoy sabemos por qué sigue vivo. Al pobre Peynado, tan pronto como sacó cabeza como aspirante presidencial, Balaguer le impidió su entrada a Palacio y aún postrado en una cama, con la mayoría del cuerpo podrido, Balaguer impidió que otro de su partido asumiera la candidatura presidencial.
Llegó, con el PRD, Antonio Guzmán en 1978; se opuso rabiosamente a Salvador Jorge Blanco, y cuando este ganó las elecciones de 1982, para no verlo subir las escalinatas de Palacio, se dio un tiro que le destrozó la memoria. En 1986, aunque Jacobo Majluta como candidato del PRD ganó las elecciones, Salvador Jorge Blanco, en su condición de presidente de la República, le negó la victoria a su compañero de partido y le entregó el poder a Balaguer.
Leonel Fernández, jugando al volver, posibilitó que Danilo Medina, quien tenía 24 por ciento en las encuestas frente a un 76 por ciento de Jaime David, fuera el candidato presidencial del PLD en el año 2000. Danilo reconoció su derrota en la primera vuelta y a Leonel le salieron las cosas como las había planificado. Perdió el partido, perdieron sus compañeros y perdió el país, pero ganó Leonel.
Hipólito Mejía, como candidato del PRD, asumió la presidencia de la República el 16 de agosto del año 2000, durante tres años estuvo asegurando y dijo 86 veces que no aspiraría a la reelección; luego cambió la Constitución de la República, destruyó al PRD, expulsó a su presidente, Hatuey D´ Camps y condujo a su partido hacia la derrota antes que permitir que un compañero lo sustituyera. Esa ha sido la historia electoral dominicana y nada señala que cambiará. Si el “nunca jamás” se elimina, Leonel Fernández llevará a la presidencia de la República al muy destructor PPH, le entregará el mando a Hipólito Mejía.