¿Quién podía aspirar a que en un contexto de crisis el Gobierno pudiese paliar las expectativas de incremento presupuestario de todas las instituciones del Estado?
Saldremos de un año deficitario para otro peor. El señor de Haciendas presentó ante el Consejo Nacional de Desarrollo un déficit de caja que ronda los 41 mil millones de pesos, y se guardó, para no alarmar él mismo sobre la ineficiencia de la política fiscal, los datos sobre los atrasos, que entre Juan, Juana y su hermana, adicionan más de 20 mil millones, sin incluir el cuasi fiscal. En conclusión se maneja un déficit consolidado que supera los 80 mil millones de pesos.
Si no estuviera embargada la escuela de las “expectativas racionales”, que comandó desde la Universidad de Chicago el ingeniero Robert Lucas, estuviéramos abogando por la política de cero déficit presupuestario, que abrazó también en sus recetas el Fondo Monetario Internacional.
Nadie está abogando en estos momentos para que el Gobierno se sujete a la proyección de unos ingresos que marcan en picada. Con tasas de interés altas hay menos venta, con menos venta menos Itebis y menos Impuesto sobre la Renta, lo que además se complementa con menos remesas, menos turismo y menos exportaciones por efecto de la crisis de la economía mundial y muy especialmente la de Estados Unidos de la que depende la nuestra en más de un 70%.
Pero los ingresos también merman por menos financiamiento de Petro-Caribe, porque con el petróleo a 120 dólares, el gobierno estaba disponiendo de casi 72 dólares por barril, por concepto de un 60% de financiamiento. En la situación actual debe estar recibiendo apenas 20 dólares.
La recesión toca a las puertas y es cierto que en ese contexto puede ser contraproducente provocar una reducción del gasto.
Hay consenso entonces en que el presupuesto ha de ser necesariamente deficitario, lo que sí tiene que hacer el Gobierno es identificar con precisión las fuentes de financiamiento del déficit.
¿Qué sea incorrecto reducir el gasto significa también que no deba reestructurarse?
Los mayores cuestionamientos que ha enfrentado la administración del presidente Fernández están dirigidos a la calidad del gasto, y el momento resultaba propicio para mejorar ese aspecto, pero para eso había que sumergirse en una labor titánica de planificación, y, lamentablemente, hay carecimiento de energías renovadoras. Lo más fácil era dejarlo todo igual porque así no hay que hacer mayores esfuerzos, no importa que haya sectores con exceso de recursos que faltan en otros, no importa que haya programas a los que se les asignaron financiamiento este año que ya han concluido o que están avanzados y ahora requieren menor inversión, no importa que en otros entidades hayan programas nuevos, que no podrán realizarse porque no se produjo una reingeniería del gasto.
En momentos de crisis y sacrificios, también debe asumirse mayor compromiso con la llamada inversión social.
¿Cómo se puede estar hablando de preocupación por la educación, al tiempo que se deja a ese sector en términos presupuestarios, paralizado en la mediocridad?
Si como quiera tendremos que buscar financiamientos para cubrir el déficit del presupuesto ¿quién no apoyaría que se hubiesen ubicado por lo menos diez mil millones de pesos adicionales para la educación?
El colmo de la irresponsabilidad consiste en pedir que sea el Congreso el que ubique los recursos para el incremento salarial de los médicos del sector público, cuando es una tarea de los manejadores de la política fiscal.
Con el mismo presupuesto, sin haberse sentado con cada ministro a establecer prioridades, el gasto quedará a la merced de cada quien sin sentido de eficiencia.
Nadie puede responsabilizar al Gobierno dominicano de los traumas que creó el incremento de la factura petrolera y su impacto en la subsidiación del sector eléctrico; nadie lo puede culpar de que las proyecciones del Fondo Monetario Internacional estén hablando de un crecimiento negativo de O.5% de la economía para Estados Unidos, Japón y la Eurozona, lo que nos da a nosotros por muchos lados; pero si se le puede imputar desidia, falta de creatividad, indiferencia e irresponsabilidad para manejarse frente a esos problemas.
Ese presupuesto es una soberana demostración de desgano ¿para eso se ha buscado el poder?