París.- (EFE).- La recesión en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se prolongará hasta mediados del año que viene y su impacto, sin precedentes desde comienzos de los años 80, no permitirá una recuperación económica hasta la segunda parte de 2010.
Este es el principal diagnóstico del informe semestral de perspectivas publicado hoy por la OCDE, que augura una reducción de su Producto Interior Bruto (PIB) del 0,4% -una décima peor de lo que calculaba hace sólo doce días-, debido a un previsible deterioro en la zona euro.
El conjunto de los 30 miembros de lo que se conoce como el "Club de los países desarrollados" entraron en recesión en el tercer trimestre de 2008, con una caída del PIB del 0,2%, que se agravará en el trimestre actual hasta el -1,4%, y continuará en los dos siguientes (-0,8% y -0,2%).
Pese a que la tasa de crecimiento será tímidamente positiva en la segunda mitad de 2009 (+0,5% en el tercer trimestre y +1,1% en el cuarto), el nivel de producción en ese semestre seguirá siendo inferior al del mismo periodo del actual ejercicio, y para la recuperación habrá que esperar a 2010, cuando se espera una progresión de la actividad del 1,5%.
Los autores del estudio advierten de que la crisis será particularmente pronunciada en una serie de países muy expuestos al brusco cambio de tendencia del mercado inmobiliario, como España, Irlanda, el Reino Unido o Estados Unidos, o a la tormenta financiera, como Hungría y Turquía.
La economía española, en concreto, después de una muy severa ralentización este año (su PIB sólo subirá un 1,3%), verá su producción disminuir un 0,9% en 2009 y en 2010 sólo ganará un 0,8%.
Esas dos últimas cifras son peores incluso que las del conjunto de la zona del euro, donde tras el ascenso del 1,2% en 2008, perderá un 0,6% en 2009 antes de recuperar un 1,2% en 2010. En Estados Unidos, donde el declive del PIB deberá ser más pronunciado el año próximo (cederá un 0,9%), podría sin embargo recuperarse un poco mejor en 2010, hasta sumar un 1,6%.
Respecto a Japón, y tras un efecto temporal en los próximos meses del estímulo fiscal decidido por su Gobierno, que permitirá limitar el recorte de la actividad en 2009 al 0,1%, padecerá un estancamiento que dejará la subida en 2010 en un 0,6%.
La consecuencia de este panorama de recesión para el conjunto de la OCDE es que la tasa de paro, que será de media del 5,9% este año, subirá al 6,9% en 2009 y al 7,2% en 2010, lo que según el economista jefe de la organización, Kalus Schmidt-Hebbel, significaría ocho millones de desempleados suplementarios en dos años.
Schmidt-Hebbel considera que el periodo de crisis financiera aguda está tocando a su fin, aunque tampoco se excluye totalmente que pueda haber nuevos sobresaltos con otras quiebras en el sector, por ejemplo de fondos de inversión especulativos, de modo que no hay que esperar una normalización del mercado del crédito hasta finales de 2010.
Además, estas previsiones semestrales, que nada tienen que ver con las de junio (cuando se esperaba un crecimiento del 1,7% en toda la OCDE para 2009) están rodeadas de gran incertidumbre y de riesgos sobre todo a la baja si los problemas de financiación tuvieran una traslación más traumática al conjunto de la economía.
El economista jefe, en un cambio radical de lo que suele ser la doctrina habitual de la organización, considera que hacen falta más estímulos macroeconómicos, porque los actuales "no son tiempos normales", lo que puede ser una forma de legitimación de planes de relanzamiento como el que ultima la Unión Europea.
Sin embargo, establece una serie de condiciones a la inyección masiva de dinero a la economía y, así, en primer lugar precisa que esos planes deben evaluarse caso por caso, teniendo en cuenta el margen presupuestario de cada país.
Otra puntualización importante es que cuestiona los programas de estímulo mediante inversiones en infraestructuras por considerar que esas son de largo plazo, cuando la actual situación lo que requiere son mecanismos de reactivación económica que puedan retirarse en cuanto la coyuntura se recupere para evitar entonces riesgos inflacionistas.
La receta alternativa de la OCDE a las infraestructuras son recortes fiscales o ayudas dirigidas a los que tienen problemas de créditos o a las familias más pobres, que a su juicio pueden ser más efectivos para generar demanda.
Schmidt-Hebbel da su apoyo al proceso iniciado por el G20 para reformar el sistema financiero internacional, en el que admite que hay que introducir una mejor supervisión y regulación para evitar las excesivas tomas de riesgo, así como mayor transparencia.
Pero insiste en que el reforzamiento de la arquitectura financiera internacional debe garantizar el mantenimiento de mercados abiertos frente a las presiones de introducir dirigismo.