El gran desfile de mujeres y hombres, devenido grupo común en la lucha contra la violencia femenina, que tantas vidas se ha llevado en la República Dominicana, tuvo lugar este 25 de noviembre.
En medio de discursos y expresiones que sobresalían en la multitud, preponderantemente mujeres, hubo algunas que llamaron, particularmente la atención a DominicanosHoy. Se trata de las mujeres campesinas.
En diálogos cortos y plenos de la sensibilidad que colma a quienes participan en estas actividades, varias de ellas hablaron de la relación de las mujeres con la tierra, tan distinta, según afirmaron a la de los hombres.
Hubo una pregunta de rigor: Hay una crisis alimentaria. ¿Es que la tierra ya no da nada, no quiere saber de la gente que vive de sus frutos?
Fue una de esas mujeres del campo, de manos agrietadas y semblante noble quien aclaró que no era la tierra la que no quería saber de la gente, sino que eran estas las que no querían saber de la tierra.
Madre de 10 hijos y sostenedora del hogar, mencionó los gandules, batatas y yuca que cultiva su familia, junto a otros vecinos.
“La tierra también se agota, pero da sus frutos…”, dijo y de inmediato precisó la íntima relación que se establece entre las mujeres y esa tierra que les concede el beneficio de alimentar a su prole y ayuda a vivir…
Pero, el diálogo concluyó en angustia, por la posibilidad del desalojo. Después de vivir 22 años, algunos dueños se acordaron de esa propiedad y quieren desplazarles de un sitio donde, según sus palabras, construyeron una iglesia y una escuela a donde asisten los hijos.
Juana Ferrer, Negrita, quien resultó candidata al premio Nobel de la Paz por su incansable batallar en pro de hombres y mujeres de la tierra, analizó lo que parece ser una oscura mancha en la historia de la nación dominicana: el 78% de la tierra productiva está en manos de un pequeño grupo de terratenientes, empresarios agrícolas y trasnacionales, que no necesariamente la tienen produciendo. Tampoco hay apoyo a la producción, ni políticas agrícolas a nivel del país. Unido esto a una competencia muy desigual, a través de tratados con otras potencias, como los Estados Unidos y Europa.
De manera que a la crisis de alimentos se impone “una falta en la soberanía alimentaria”, cuya consecuencia es que no se produzcan los alimentos que la población necesita y que se impongan otros…
En la agenda de la Cámara de los Diputados, a través de la Comisión de Reforma Agraria, se halla un proyecto que debe ser sometido para su aprobación. Queda pues, esperar un poco más y tener fe en que mentes esclarecidas comprendan de una vez y por todas que el problema de la tierra debe ser solucionado y que, particularmente, las mujeres, juegan un importante rol en ese escenario.