México.- Ni el medio siglo de vida a sus espaldas ni las habladurías sobre su vida personal parecen hacer mella en Madonna, que este sábado hizo vibrar con un portentoso manejo del escenario a los 50.000 mexicanos que disfrutaron del inicio del capítulo latinoamericano de su gira "Sticky & Sweet".
Con una sensualidad igual de poderosa que en sus inicios pero más serena que entonces, Madonna demostró que ella, como el bueno vino, también mejora con el tiempo.
Su afán incansable de reinventarse como icono musical y cultural quedó una vez más de manifiesto en la fresca noche del abarrotado Foro Sol de la capital mexicana, donde dio a conocer en vivo su último álbum, "Hard candy", e hizo varios guiños al pasado, muy bien recibidos por sus fans.
Como para que nadie olvidara por si acaso quién es la "Reina del pop", apareció sobre el escenario sentada en un ostentoso trono, en pose sensual y cetro en mano.
"Candy Shop" puso a bailar a la marea humana, que antes ya había calentado motores de la mano del DJ británico Paul Okenfold, en un aperitivo del más alto nivel que los espectadores agradecieron desde las gradas con la famosa "ola". Un invento, por cierto, mexicano.
"Hola, México", vociferó emocionada Madonna antes de interpretar "Beat goes on" subida en un elegante coche descapotable blanco de época.
Estas dos canciones, de su último disco, precedieron a "Human nature", ideal para que los malpensados encontraran en ella un mensaje encubierto a su ex marido, el director de cine inglés Guy Ritchie, del que se divorció hace un mes y medio.
La vida privada de la artista ha sido la comidilla en su estancia en México, donde mañana dará un segundo concierto, horas antes de que el jugador de béisbol Alex Rodríguez, al que se da por su nueva pareja sentimental, participe en la inauguración de un centro deportivo en la capital mexicana.
Ambos ya fueron vistos juntos esta semana bajando del jet privado de la cantante en Miami.
El "tic tac" que adereza "4 minutes", omnipresente en todo el concierto, se enlazó a continuación con "Vogue" y esta con "Die another day", coreografiada por dos boxeadores sobre un ring surgido de la nada.
De la violencia pasó a la pícara inocencia de "Into the groove", donde la artista disfrutó con sus atléticos bailarines del juego de la cuerda, con pantaloncito corto rojo, cual colegiala.
Después de "Hardbeat" y "Borderline" regresó la Madonna más sensual, serpenteando sobre el escenario y contoneándose con sus compañeros de baile.
La temperatura subió todavía más con "Music", una de las primeras canciones que movió al unísono a todo el estadio. Una advertencia de que pronto el Foro Sol iba a estallar.
Antes, sin embargo, la cantante atemperaba los ánimos con una melódica interpretación de "Devil wouldn’t recognize me".
Fue sólo un espejismo ya que enseguida regresaría a la acción con "Spanish Lesson", que presentó con un gracioso "¿Habla español?" y acompañó de un bailaor de flamenco, y "La Isla Bonita", interpretada con más ritmo que la original y con un aire agitanado, gracias a las notas alegres de varios violines, acordeones y guitarras.
Un "ándale" y la visión de algunos músicos y bailarines con pantalones de "charro" le recordaron al público donde estaba. También a Madonna.
"Quiero aprovechar esta oportunidad para decir lo feliz que estoy de volver a México. Es un gran principio para el inicio de la gira latinoamericana. Por eso quiero decir gracias", señaló la cantante.
Como en los anteriores conciertos de la gira, este no estuvo exento de la reivindicación política, plasmada en las pantallas gigantes del escenario con la proyección de hechos y personajes internacionales, sobresaliendo entre ellos Barack Obama.
Pero la noche era para vibrar y así lo entendió el público con "4 minutes", en la que Madonna tuvo la compañía virtual de Justin Timberlake en forma de pequeñas pantallas móviles sobre el escenario.
La mecha siguió prendida hasta el final con "Like a prayer", "Ray of light", "Hung up" y "Give it to me", que cerró con sobresaliente una noche de puro espectáculo en su máxima expresión.
La gira "Sticky and sweet", que acaba en diciembre, tiene como próximos y últimos destinos Santiago de Chile, Buenos Aires y las brasileñas Río de Janeiro y Sao Paulo. EFE