Brasilia (EFE).- Apoyado en el sólido poderío económico de Brasil y en su innegable carisma, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha consolidado este año su liderazgo regional y ha asumido la voz cantante de los países más pobres en el concierto mundial.
El discurso social de Lula ha resonado en torno a todos los grandes asuntos de la agenda internacional y su protagonismo en la escena global ha estado siempre volcado en favor de los países en desarrollo, de los que se ha convertido en abanderado.
En buena medida, esa presencia permanente en los grandes debates internacionales ha sido potenciada durante el 2008 con una agresiva política externa, que le ha llevado a visitar veinticinco países en los doce últimos meses.
Durante este año, Lula viajó por los cinco continentes e incluso pisó por primera vez el hielo de la Antártida, donde visitó una base científica de Brasil para lanzar desde allí un importante mensaje contra el calentamiento global que amenaza las capas polares.
Su intensa actividad también fue desplegada por decenas de países de América Latina y el Caribe y le llevó a un firme acercamiento con Cuba, una de las pocas naciones que visitó dos veces este año y en la que la estatal brasileña Petrobras se propone ampliar sus actividades en búsqueda de petróleo en aguas profundas.
La influencia de Lula en Suramérica y su empeño en la integración regional han sido comprobados con varios hechos concretos en los últimos meses.
El más palpable ha sido la constitución de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), una iniciativa suya que estuvo a punto de naufragar en medio de las tensiones nacidas entre Ecuador, Colombia y Venezuela tras la muerte del jefe guerrillero colombiano Raúl Reyes en suelo ecuatoriano.
La cumbre constitutiva debía celebrarse en Cartagena de Indias (Colombia), pero fue suspendida por tiempo indefinido debido a esos conflictos y Lula la rescató al proponer una reunión de emergencia en Brasilia, que congregó a todos los mandatarios suramericanos en mayo pasado.
En favor de Lula, según analistas latinoamericanos, juega sobre todo la solidez económica de Brasil, que es reconocido como el país con más futuro en América Latina y que, ahora, de la mano del ex sindicalista, se ha volcado de lleno hacia la región.
Pero también están su carisma y en especial su pragmatismo, que le ha permitido ser el único de los presidentes de la llamada "nueva izquierda" latinoamericana que ha tenido unas excelentes relaciones con Washington durante el Gobierno de George W. Bush.
Ahora, tras las recientes elecciones, todo indica que las tendrá también con Barack Obama.
El presidente electo de Estados Unidos, de hecho, telefoneó a Lula después de su victoria y, según fuentes de ambos países, en la conversación citó "el gran liderazgo de Brasil" y "su importancia" en la resolución de la crisis financiera global.
Fuentes diplomáticas dijeron a Efe en Brasilia que, incluso, la Casa Blanca cree que Lula es "el único líder latinoamericano capaz de contener" la influencia que el presidente venezolano, Hugo Chávez, ha ganado en la región, gracias sobre todo al petróleo.
Más allá de la región, el Brasil de Lula fue uno de los grandes actores de las negociaciones de la Ronda de Doha, en las que asumió la voz de los países en desarrollo, en la cumbre del G-20 sobre la crisis financiera, y mantiene decenas de programas de cooperación con naciones más pobres, basadas sobre todo en su experiencia en el área de biocombustibles.
No obstante, sus permanentes llamamientos a concluir la Ronda de Doha, a encarar la reforma de las Naciones Unidas o a darle voz y voto a los países emergentes en los grandes asuntos mundiales, han caído hasta ahora en saco roto.
Sin embargo, Lula no ha dejado de insistir y sostiene que se trata de "una cuestión de tiempo", pues los países más ricos deberán "aceptar un día" la importancia del mundo en desarrollo.
Durante este año, el presidente brasileño ha sido objeto de decenas de reconocimientos en cada país que ha visitado.
Uno de ellos fue el Premio Don Quijote de La Mancha, que recibió en la ciudad de Toledo de manos del Rey Juan Carlos de España, quien alabó "su lucha por acabar con la exclusión, el hambre y la pobreza", y afirmó que Lula "es un hombre que ha sabido promover valores imprescindibles para la convivencia humana".