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Corrupción, Unidad y la Cúpula del PLD

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El más extraño caso que tiene la sociología política dominicana es el hecho de que la cúpula peledeísta no haya querido aprender qué es la corrupción y cómo se enfrenta. Es como si intencionalmente se bloquearan para evitar caer en el “peor que ser delatado es no ser delatado”. Ese estado de agonía espiritual que se produce en los seres humanos cuando cometen un delito, un crimen o algo horroroso, pero que el sistema legal no ha podido atraparlo y entonces en su conciencia se inicia un período de corrupción que lo lleva a cometer un acto que lo delate y así recibir la condena que su propia conciencia le demanda.

Tengo más de 20 años explicando que la corrupción es la descomposición del estado normal de una cosa, que ese fenómeno se da cuando a algo se le destruye su estado institucional. Y sigo aclarando que en la mayoría de los casos, cuando hay corrupción, no hay robo. Por ejemplo, la elección de la actual Cámara de Cuentas fue un acto de corrupción porque la destitución de la vieja demostró que allí no solo había un problema humano, sino un desafío de carácter estructural, que hay una institución corrompida en toda su funcionabilidad.

Para aclarar bien el tema remonté mi explicación al texto bíblico y dije que la palabra corrupción aparece por primera vez cuando en el Capítulo 6 de Génesis que trata sobre La maldad de los hombres, en el Versículo 11 y 12 se afirma:

– Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la Tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la Tierra.

Como vemos, en ninguna parte del texto bíblico se habla de que el hombre se robó la Tierra o que se robó su carne sino de que la corrompió. Es decir, siguió teniendo su misma carne, pero destruyó su estado normal, su estado institucional.

Más aún: puse el ejemplo de la prostitución. La sociedad considera que la prostitución es una inmoralidad porque destruye el estado natural para lo cual el cuerpo humano fue creado, esto es: la práctica divina del amor. Al entenderlo así aceptamos que la prostitución es corrupción de la moral pública y de los valores individuales. Sin embargo, en ese proceso no se produce ningún robo, sino que todo lo que se genera allí son beneficios. Gana la prostituta porque recibe pago por su servicio, gana el cliente porque recibe el placer por el cual pagó, gana la comadrona dueña del prostíbulo y gana el chulo que protege al cuero. Es el ejemplo más claro de que corrupción y robo no es lo mismo: allí nadie roba, todos participan en un proceso de corrupción y todos ganan.

¿Cómo se combate la corrupción? Si la corrupción no es robo, no se puede combatir con persecución policial sino con institucionalización, con devolverle el funcionamiento institucional a las cosas, con devolverla a su estado normal, que fue lo que se debió haber hecho con la Cámara de Cuentas. Así pues, la corrupción se combate institucionalizando, no persiguiendo. Por esa razón los casos de corrupción se investigan en los congresos, porque de lo que se trata es de encontrar la razón por la cual la ley fue violada, cuál parte de la ley ya no funciona y cómo crear una nueva ley que evite la repetición de lo ocurrido, que prevenga la destrucción de la nueva institución y que garantice la sana evolución de la sociedad. Pero, la cúpula del PLD no acaba de entender eso, o como dije al inicio; se bloqueó mentalmente para evitar el “peor que ser delatado es no ser delatado”

El robo, me ha tocado aclarar, se produce cuando una persona o un grupo de personas deciden abandonar su fuerza moral y comete lo que los legisladores han tipificado como un delito, considerando que alguien se apropie indebidamente de lo ajeno como una violación a la ley. El texto bíblico considera el robo como un delito a partir del momento en que usted lo cometa como una forma de acumulación, pero cuando usted lo hace para alimentarse y alimentar a su familia no está considerado como tal. Por ejemplo, si usted se roba una gallina y se la come, usted no es un ladrón, era un hambriento; si usted se roba tres gallinas y las vende, usted es un ladrón.

Aquí me ocupo del segundo caso; es decir, del ladrón que roba para acumular, que lo hace por placer. Hasta ahora, nadie sabe por qué la gente hace eso, nadie sabe por qué la gente decide abandonar su fuerza moral y cometer el delito. La teoría mas difundida fue la de “las necesidades eran las culpables”, pero cuando se estudió el tema, se encontró que los ricos roban más que los pobres y que lo hacen con mayor placer. Así que en ese desafío seguimos estando ciegos. Todos nuestros banqueros han demostrado su gran placer declarándole a la opinión pública que son inocentes y que van para Najayo con la “frente en alto”. Por supuesto que van con la frente en alto: tienen la frente en la cabeza; si la tuviesen en los pies, irían con la frente pisada.

Pero el robo no es un peligro para la evolución de la sociedad, porque el robo se castiga con persecución policial y sus casos son fácilmente tipificables, perseguibles y castigables. Lo único que se necesita es que la policía, los fiscales y los jueces no sean un grupo bien organizado de malandrines.

La corrupción no se puede combatir con persecución policial, el adversario de la corrupción es la institucionalización. Una institución corrompida para todo el Estado, detiene y destruye el desarrollo del cuerpo social; por esa razón es tan importante combatirla con institucionalidad, destruirla institucionalizando.

Ese ha sido mi discurso, pero la cúpula peledeísta se niega a reflexionar sobre el tema, lo evita para evitarse un auto tormento. Aún sigo explicándolo y la sociedad lo ha venido entendiendo, tanto así, que finalmente, hace apenas unos meses, el Senado de la República sometió a juicio a los jueces de la Cámara de Cuentas, los encontró culpables de corrupción y los destituyeron. Ese fue el primer ejemplo de que finalmente mi discurso empieza aplicarse.

A nuestros legisladores les corresponde ahora poner en práctica la segunda parte del proceso; es decir, cuando una institución está corrompida, debe crear una nueva ley que la organice. Sólo de esa forma la sociedad será capaz de superar la creencia de que lo que ocurre en las instituciones públicas pasa por razones humanas, no porque a esa institución ya le era imposible funcionar como estaba creada.

A pesar de que somos un país protestador nato, donde el ciento por ciento de la población cree que ningún problema tiene solución sin la intervención del gobierno, el PLD nunca ha tenido problemas de gobernabilidad. Ha habido dificultades en instituciones, pero ellas son el resultado de la falta de gerencia del ministro, como ocurrió en educación. Ahora Melanio Paredes luce tener el toro agarrado por los cuernos, una clara indicación de que Melanio es mejor gerente que la pasada ministro. Igual ocurre con Medio Ambiente. Y todo parece que Jaime David, si no se deja chantajear por los invasores de tierras, aquellos que creen que la única manera de mantener a su “familia” es destruyendo todo lo que hay, hará una buena gestión, quizás magnífica. Tampoco es verdad que el gobierno ha abandonado a los peledeístas, el dirigente del PLD que no tiene una función en la actual administración, tiene una botella, que se la consiguió Danilo Medina, pero “le cogieron la botellita y no votaron dañinita”, no porque fueran malos, ni traidores, sino porque se dieron cuenta de que si “votaban dañinita perdían la botellita”.

El verdadero desafío del PLD es encontrar “the man for the job”, el hombre ideal para el trabajo. Si elimina el “nunca jamás” de la actual Constitución que se prepare para ver al PPH gobernando por mucho tiempo.

En este Mundo abierto y de universal debate, ¿cómo se construye la unidad de los partidos? La unidad en los partidos ahora la produce la primacía de una agenda, de una visión sobre la sociedad, de la aceptación por la plebe de un proyecto nacional, encarnado en “the man for the job”.

¿Y quiénes construyen en el mundo ilusorio de la plebe una agenda, una visión, un proyecto nacional? Lo construye el liderazgo de los partidos, lo construye aquel dirigente con capacidad para conceptuar, para entender el mundo en que vive y hacer una proyección de un futuro aceptable por su pueblo, anhelado por su pueblo, defendido por su pueblo.

Ese dirigente no puede emerger si la cúpula lo mantiene amordazado y a ese partido no le será posible construir una unidad que sea aceptable por la plebe: Puede construir la unidad que se compra, pero esa no garantiza victoria electoral. Si usted está pensando instalar una dictadura, compre unidad, que le funcionará, pero si usted está dentro de los que piensan que debemos vivir en democracia, entonces debe entender que es a la plebe quien debe enamorar y es la plebe quien debe aprender a amarlo. ¿Cómo usted se comunica con la plebe? ¿Cómo logra que ella lo ame, lo asuma? Hablando públicamente, debatiendo públicamente, planteando una visión de futuro sobre las cosas que a ella le conciernen; y a veces, aunque no le conciernen, las hagan vibrar de emociones.
En el mundo democrático, sólo cuando hay un líder amado por la plebe, asumido por la plebe, defendido por la plebe, se logra la unidad en el partido. Así que el debate en el PLD no es hacia dentro, es hacia fuera. Pero, tenemos a un secretario general, que se olvidó de lo de secretario y se quedó con lo de general; y cuando habla ante la opinión pública parece más un vocero de la Santa Inquisición que de ninguna otra cosa. Y tenemos, para adornar el cuadro, a un ex secretario general, que ni siquiera como vocero de Poncio Pilatos sería exitoso. Y tenemos, para criminalizar el cuadro, a un presidente que está dispuesto a ver al partido hundirse, a la nación hundirse, a entregarle el trono al PPH si a él no se le concede su santo deseo de seguir siendo el primer mandatario.

Para construir una nueva unidad, la unidad que nos lleve más allá de 2012, ¿Qué debemos debatir? Hay tres temas en los que el liderazgo peledeísta debe definir su visión para introducirlo en el nuevo modelo económico constitucional: primero, la guerra contra las drogas; segundo, el aborto; y tercero, nuestras relaciones con Haití. No planteo la corrupción pública como un desafío porque sé que ningún peledeísta estaría dispuesto a debatir conmigo ese tema y porque sé que mis planteamientos en ese sentido son bastante claros, y están casi en un cien por ciento aceptado. Si queremos avanzar, el debate es la mejor carretera, es la autopista ideal para construir una unidad sólida, una unidad amada por la plebe, asumida por la plebe, defendida por la plebe…

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