La Habana (EFE).- Tres huracanes acabaron de destrozar la muy precaria economía cubana al causar daños por 10.000 millones de dólares, en un año en el que también destacaron la renuncia de Fidel Castro tras medio siglo en el poder y el nombramiento de su hermano menor Raúl para sucederle.
La peor temporada de ciclones que sufrió Cuba en décadas destruyó total o parcialmente medio millón de casas, miles de edificios públicos, reservas de alimentos, redes de telecomunicaciones y energía eléctrica, cultivos, puentes, carreteras y otras infraestructuras.
Siete personas fallecieron y decenas resultaron heridas cuando el segundo de los huracanes, llamado "Ike", recorrió la isla de este a oeste entre el domingo 7 y el martes 9 de septiembre.
Apenas una semana antes, el sábado 30 de agosto, el ciclón "Gustav" atravesó el extremo occidental del país de sur a norte, este sin causar muertes.
Tampoco se perdieron vidas por el tercer huracán, el "Paloma", que se esfumó de forma sorpresiva tras llegar al este de la isla el sábado 8 de noviembre.
El sistema cubano de Defensa Civil, que ordena y hace cumplir rápidamente la evacuación de las zonas con riesgo de inundaciones o deslizamientos de tierra, evitó mayores desgracias, en contraste con los cientos de muertos que produjeron los huracanes este mismo año en el vecino Haití.
De hecho, las autoridades cubanas culparon a las víctimas de sus muertes, por no acatar las instrucciones.
Un comunicado oficial aseguró que los siete perecieron "no solo como consecuencia directa" del segundo y más violento de los ciclones, sino también por "la falta de observancia estricta de las medidas orientadas por la Defensa Civil".
Los huracanes agravaron la ya azarosa situación alimentaria de Cuba, que importa más del 80 por ciento de los víveres que consumen sus 11,3 millones de habitantes, y agudizó su penuria económica crónica, a la que se suman este fin de año los efectos de la crisis económica internacional.
La escasez de viviendas, alimentos y medios de transportes, entre otros bienes, así como el deterioro de servicios como la educación y la salud, banderas clásicas de la revolución, los padecen los cubanos en forma aguda desde hace dos décadas, cuando se desplomó la Unión Soviética, aunque viene de antes.
Rige desde 1962 una cartilla de racionamiento que cubre menos de la mitad de las necesidades básicas de los cubanos, los edificios se desmoronan sin necesidad de huracanes, gran parte de la población sobrevive por el mercado negro, el gobierno tiene aprietos de liquidez y las deudas acumulan atrasos.
Ahora, para colmo, la crisis mundial afecta a las exportaciones de níquel, el turismo y las remesas de los emigrados, tres de las mayores fuentes de divisas de la isla.
Todo ello en momentos en que el nuevo presidente, de 77 años, anunciaba reformas estructurales para reactivar la economía, en general, y sobre todo la producción agropecuaria.
El general Castro fue elegido por la Asamblea Nacional el 24 de febrero, cinco días después de que su hermano Fidel, de 82, anunciara que dejaba sus cargos tras 49 años y 55 días en el poder.
Fidel Castro, que celebrará el próximo 1 de enero los 50 años del triunfo de su revolución, tuvo una crisis intestinal en julio de 2006 que le llevó varias veces al quirófano, le obligó a delegar poderes en su hermano menor y no aparece en público desde entonces.
El nuevo mandatario anunció reformas estructurales y la eliminación del exceso de prohibiciones que padecen los cubanos, pero las medidas aplicadas han sido escasas y de efectos marginales.
El gobierno liberalizó la venta de teléfonos celulares, computadoras, televisores y ollas eléctricas, entre otros productos, y abrió los hoteles a los cubanos de a pie. Pero deben pagar esos lujos en divisas y a precios para la mayoría exorbitantes, pues ganan en promedio 17 dólares al mes.
La reforma de más calado es la entrega de tierras en usufructo a campesinos, cooperativas y organizaciones que puedan producir alimentos, mientras todo sigue invariable sobre libertades públicas y derechos humanos.
Los Castro y los medios informativos de la isla, oficiales sin excepción, siguen culpando de todas las calamidades al bloqueo comercial y financiero que aplica Estados Unidos desde 1962, mientras aguardan a ver qué hará el próximo inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama.