Los artículos que se leen en la prensa nacional e internacional, los cables de las agencias y las reflexiones de especialistas en los temas económico, político y social, hacen reflexionar, una vez más, sobre un año que se va, cargado de sinsabores para el pueblo dominicano y para el mundo entero.
La inseguridad en el país ha alcanzado niveles tales, que ni siquiera en lugares exclusivos o sitios denominados residenciales se cuenta con la seguridad requerida.
Los asaltos, asesinatos, secuestros y otros actos abominables, llenan una hoja vasta que sólo trae vergüenzas, temores y sobre todo inseguridad.
Si el año 2007 fue un período en el cual la lucha contra la corrupción se catalogó en claro retroceso; en 2008, hubo que poner nuevas tildes al cúmulo de “avalanchas” en este sentido.
De ello se deriva que no se haya enfrentado la pobreza que abate a una gran parte de los hogares dominicanos y consecuentemente, el incremento de sus necesidades básicas.
Lamentablemente, y sin querer observar solamente el lado gris de las cosas, o el medio vaso vacía, la educación, salud, seguridad social, viviendas dignas, justicia, entre tantos males que azotan a la República Dominicana, continúan en el limbo de las soluciones.
Y cuando se lee en los medios de comunicación que los hospitales se preparan “para enfrentar cualquier tipo de emergencias que se presenten durante los días de Navidad y fin de año”, la interpretación no escapa de los linderos de la ironía.
¿Es que hay que esperar días específicos para asumir incidencias que están en las calles, por doquier, en esquinas, en barrios, en hogares que esperan ser atendidos en sus más grandes dolencias?
Ojalá en 2009 se hable en el país un idioma más humano, más cristiano. Esa sería la mejor manera de esperar que el año traiga cosas buenas a dominicanas y dominicanos. De todos modos, alcemos las manos en señal de bendiciones y digamos; Felicidades.