Explora Dominicana!, manteniéndose fiel a su nombre, porque siempre busca nuevos destinos para explorar. En esta ocasión, nuestra más reciente aventura nos llevó hacia la costa de Miches.
La costa de Miches comprende la zona desde Punta Medina, al este del pueblo, llegando hasta la desembocadura del rió Nisibón. Es una de las últimas regiones del país en espera de su exploración. Nosotros nos dirigimos específicamente a un lugar que es conocido como Playa Limón, donde decidimos acampar una noche.
Esta virgen y deshabitada playa está ubicada a 24KM del pueblo de Miches y a 4 kilómetros desde la carretera Higüey-Miches, cerca de la comunidad El Cedro.
Partimos de la caótica ciudad después de varios contratiempos, casi a las 11:00 de la mañana, con compras, botellones de agua, sleeping bags y casas de campañas en mano. Fue un largo camino ya que paramos varias veces en el camino y el culpable de esto eran los irresistibles paisajes que encontrábamos en camino y a pesar de que estábamos ansiosos por llegar al Limón, estos nos seducían y algún integrante del grupo siempre quería captar el imagen.
El camino no siempre fue fácil y había pedazos donde la velocidad se tenía que reducir bastante y aún así uno de los vehículos se quedó atrapado en lodo por unos instantes hasta que fue empujado.
Después de seguir travesando un poquito más el camino, que a veces se sentía como una “carrera de obstáculos”, llegamos a un cocotal inmenso y totalmente deshabitado. Luego de admirar la belleza de estas palmas pudimos ver en el fondo como se aproximaba el mar pintando de turquesa: un paisaje simplemente espectacular! Sin desempacar y sin importarnos donde íbamos a acampar esa noche, varios del grupo nos rendimos a los pies del mar y no pudimos resistir darnos un primer “chapuzón” de bienvenida, a pesar de que el mar estaba algo agresivo contrastando con la calma que te inspiraba el azul y sonido de las olas. Luego nos enteramos por medio de un señor local que es a partir de Enero que las olas encuentran su paz interna y el mar no actúa tan agresivamente.
Cuando pudimos recuperarnos del enamoramiento inicial, nos fuimos en búsqueda de un lugar en donde acampar por la noche. Encontramos un lugar y sin pensarlo bien acampamos al lado de un charco; muy mala idea por los amigos malles y mosquitos, los cuáles se dieron un banquete con nosotros. Construimos nuestro hogar por la noche. Esa noche vimos el cielo estrellado más bello que habíamos visto en mucho tiempo. Palabras no existen para describirlo y por esta razón precisamente fue que nos tiramos en la playa a admirar el cielo en total silencio, probablemente cada uno de nosotros nos encontrábamos en ese momento soñando y sintiéndonos capaces de hacer todo lo que se nos antojara en la vida; este es el efecto que tiene un cielo estrellado y 5 estrellas fugaces: que no existen limites para nuestros sueños. Solamente este poema en forma de estrellas hizo que el viaje largo valiera la pena.
El amanecer del día siguiente le quiso hacer competencia y también nos brindó un banquete de paz. Después de un intento fallido de “french toast” de desayuno, pasamos un buen rato entre caminatas, baños en la playa y largas siestas. El final perfecto para una noche estrellada incomparable y un amanecer que competía, llegó en forma de un Señor que llegó en su caballo y nos “tumbó” varios cocos de los cuales disfrutamos el agua y la “masita”. Este mismo señor nos demostró una escena tan tierna al darle coco de comer a una familia de puercos criollos los cuales fueron nuestros vecinos durante la noche entera. Un final perfecto a una experiencia perfecta!
De cada experiencia y exploración que realizamos vamos aprendiendo más sobre nuestra tierra, y regresamos con un mayor aprecio y respeto. A este lugar definitivamente volveremos y ahora lo agregamos a nuestra lista de destinos ecoturísticos favoritos.
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