Esto no tiene mamacita. Las fiestas de navidad que acaba de vivir el pueblo dominicano han sido las más amargas de los últimos años. Las cosas que vimos y palpamos da la impresión de que estamos en los finales de los tiempos y que al parecer hemos perdido la chaveta.
Tan sólo eso nos faltaba, que una institución como la Lotería Nacional, la cual fue creada por el Padre Francisco Xavier Billini en 1882, con fines de beneficiar a desvalidos, indigentes ancianos, niños de la calle, enfermos y a instituciones que trabajan por la caridad humana, hoy esté repartiendo sus fondos entre legisladores que amontonan más de medio millón de pesos al mes y que en diciembre duplicaron esa friolera.
Diciembre del 2008, será recordado como el mes de la fatalidad, primero por la adjudicación del doble sueldo y el bono navideño por parte de los incipientes miembros de la Cámara de Cuentas, el cual dado la presión generalizada de la opinión pública tuvieron que echar hacia atrás.
Luego, vinieron las críticas por la cuantiosa cantidad de dinero del presupuesto de la nación utilizada para la remoción del palacio de Bellas Artes, cuyos informes no lograron contener los comentarios de comunicadores y expertos en construcción.
El mes de la pascua continuó caliente cuando el pueblo lee y escucha en todos los medios el anuncio del honorable presidente de la República, haciendo público el decreto 847-08, que pone fuera de la cárcel, sin haberla pisado, a la señora Liliam Lubrano de Castillo, indulto que a todos nos cayó como el trago más amargo de la navidad, porque con él se premió la corrupción y la indelicadeza, además de que se violó la Constitución dominicana.
Los adultos y los chiquitines, que con grandes expectativas y cargados de esperanza cada años recibimos el mes de diciembre para celebrar en familia el acontecimiento más hermoso que recuerda la humanidad, el nacimiento del Niño-Dios, lo que observamos fue el desate de los demonios, con nuestras calles ensangrentadas por la violencia, indultos, derroche y reparto innecesario de los dineros del pueblo.