Deben doler hondo todas y cada una de las penas que afectan a cualquier ser humano, da igual su origen, raza, clase social, etc. Pero, si encima se trata de una niña de apenas 11 años, que no puede correr, ni montar en bicicleta, ni patinar porque su corazón está enfermo, el sentimiento se hace más hondo.
Y se agudiza el pesar cuando se conocen escándalos, como el que tuvo lugar en el país con la Cámara de Cuentas, cuyo monto en el cobro de incentivos y regalías motivó desenlaces nada buenos para la sociedad dominicana, si se tiene en cuenta que dicho organismo es el encargado de auditar a instituciones gubernamentales que manejan recursos.
De recursos hablamos, de esos que necesita la niña Bialeska Ovando para vivir y ser feliz. Y a todas estas, las irregularidades en algunos ayuntamientos del país siguen sin esclarecerse y la corrupción arropa al país y le ahoga si misericordia y todo esto ocurre cuando la República Dominicana se prepara para realizar la Cumbre de este 28 de enero, a fin de visualizar los sectores más afectados por la crisis, y “diseñar un verdadero plan de austeridad”.
Austeridad que no forma parte de los salarios que perciben funcionarios del gobierno dentro y fuera del país; austeridad que, de existir con equidad, dejaría una posibilidad a esta niña dominicana, cuya familia podría entonces pagar los 50.000 dólares que cuesta la cirugía cardiovascular.
¿Cuándo la sensibilidad humana vencerá todas esas angostas y oscuras murallas de la indiferencia y el Estado dominicano tendrá un fondo justo y necesario para salvar vidas, como la de Bialeska Ovando, por poner sólo un ejemplo?
