Presionado por sus propias promesas, el recién juramentado presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, no quiso posesionarse con las manos vacías, y procedió a firmar la orden ejecutiva que dispone el cierre de la cárcel de Guantánamo.
La medida es muy simpática, pero a la vez ha encendido una controversia que no será fácil de aplacar.
Los gobiernos de Cuba y Venezuela la han aplaudido, pero no se sienten del todo satisfechos. Piden que llegue más lejos y cierre su base militar en Cuba, es decir que Obama se desentienda de un enclave de operación que Estados Unidos tiene bajo su control desde 1898, cuando alcanzó como reivindicación de su derrota al imperio español el control de toda la isla cubana, del que se despendería después de la enmienda Platt, para sólo quedar bajo su dominio la bahía Guantánamo, cedido por el primer presidente Cubano, Tomás Estrada Palma, en 1903.
Pero en los Estados Unidos, tanto los celebrantes como los que han censurado la iniciativa, se formulan la misma pregunta: ¿Dónde serán reubicados los acusados de terrorismo que están en Guantánamo?
¿Serán manejados en territorios de los Estados Unidos? ¿O serán objeto de procesos normales, en los que pudiesen lograr algunos libertad condicional?
Hubo uno de los señores sometidos a las torturas y tratamientos inhumanos que se prodigan en esa prisión, que consiguió su libertad después de gestiones internacionales de las la que participó el gobierno de Arabia Saudita, que asumió el compromiso de someter al imputado a un proceso de reeducación que le permitiera reincorporarse a la sociedad como hombre de bien, por lo que fue excarcelado en septiembre del 2007.
Paralelo al anuncio del presidente Obama, se ha servido la información de que el saudita Said Alí Al –Shiri, había sido escogido como el segundo hombre al mando de Al Qaeda en Yemen, y hay indicios de que pudo haber sido uno de los responsables del atentado terrorista contra la embajada de Estados Unidos en Sanaa, capital de Yemen.
La idea que se proyecta es que se les estaría concediendo a algunos terroristas una segunda oportunidad para atacar a los Estados Unidos.
La palabra más usada por algunos analistas para valorar la decisión del presidente Obama es precipitación.
No obstante, Obama está en el período de luna de miel con los medios de comunicación, que saben muy bien que los nuevos presidentes, incurren en chascos que luego superan, y asumen la dinámica del sistema.
Obama no se ha abierto paso hacia la presidencia de los Estados Unidos para fracasar, y cuenta con muchas herramientas para dar la batalla y salir airoso.
Debe ampararse en la magnitud de la crisis que halló y de la que tienen conciencia todos sus electores para hacerles ver que muchas promesas no se pueden materializar al corto tiempo.
Que si bien es cierto que como presidente de Estados Unidos tiene la prioridad de procurar un relanzamiento de la economía, tiene que dar claras señales a los terroristas de que la palidez no es de hambre, porque no sería posible la recuperación en un clima de inseguridad.
Entre los factores que Barack Obama tiene de su lado para gobernar con sabiduría, está el de su asesora de alcoba, su esposa Michelle LaVaughn Obama. Su historia y su personalidad, dicen muy claramente que no es persona de humos en la cabeza. Sabe lo que quiere y lo que busca.
Y eso lo pueden tener claro incluso los que sepan de ella a través del lenguaje no verbal de su vestimenta, con la que acaba de dar grandes lecciones. Tenía a su disposición diseñadores afamados, pero desde sus primeras apariciones ha dejado claro que su prioridad es en el talento.
Pero lo importante de esa mujer no es que sabe escoger vestidos fabulosos, es que tiene muy claro que si uno de los dos miembros de la pareja se ha decidido por la vida pública, la otra tiene mayor responsabilidad sobre el equilibrio de la familia, por eso al esposo y al equipo de campaña le estableció condiciones en las que dejaba muy claro que para ella nada estaba por encima de la buena crianza de sus hijas.
Y no es que se identifique y actúe sobre todo como una madre de dos hijas porque le falte cabeza, ni en términos intelectuales ni académicos está por debajo de su esposo, con quien se conoce, compartiendo labores en una firma de abogados, e interactuando como profesores universitarios, es que su formación, primero como socióloga, de Pricenton; y después como abogada de Harvard; así como sus experiencias laborales en la Universidad de Chicago y en el despacho del alcalde de esa ciudad, y sobre todo su formación de familia, le cultivaron el principio de que los grandes roles, jamás deben sobreponerse, al propósito de tratar de aportar a una sociedad personas integras.