De todos los planteamientos que ha hecho Barak Obama, tanto en la campaña electoral como presidente en funciones, el que menos precisión ha alcanzado es el relativo a su visión de cómo reactivar a la economía norteamericana. Obama no ha podido conceptualizar un proyecto en el que la “economía esté al servicio de la gente” sino que sus planteamientos, aunque lucen como contrario a la pasada administración, terminan en fortalecer la estructura basada en “la gente al servicio de la economía”. Y esa estructura, neoliberal, fundamenta su existencia en la tesis de que la fortaleza de Estados Unidos está en las altas ganancias de sus corporaciones, no en el nivel y la calidad de vida del norteamericano.
La implementación de esa política ha tenido como resultado que un apartamento con cocina, comedor, sala y una habitación de dormir, en una ciudad pequeña y considerada pobre como Chelsea, en el estado de Massachussets, la renta cueste 900 dólares mensuales, cantidad que es más del cien por ciento del salario mensual de un trabajador. Cuando se suman todos los gastos de la supervivencia, para poder pagar ese apartamento, hay que unir el salario de tres personas. ¿Es la alta renta el resultado de la especulación del propietario? No, se debe a que el sistema de agua, la basura, los impuestos y el seguro se llevan mil 500 dólares mensuales. Si usted le suma a eso el costo de la calefacción, los gastos mensuales alcanzan los 2 mil quinientos dólares y no estoy incluyendo el pago de la hipoteca que normalmente supera los 2 mil dólares mensuales.
¿Quiénes son los beneficiarios de unos costos tan altos? Los grandes beneficiados son las corporaciones cuyas ganancias no parecen alcanzar límites. El sistema de agua se le vendió a una corporación privada, quienes sin invertir un solo centavo en la generación de ese líquido divino, han creado una estructura que le proporciona grandes beneficios: explotan la sed del humano trabajador.
Las corporaciones de las basuras son dueñas del negocio del siglo y las corporaciones dedicadas a la explotación y comercialización de combustible ganan tanto dinero que mencionar sus sumas avergüenza. Y así puede verse como en una cuestión tan esencial como la vivienda, la gente esta al servicio de la economía, es decir, la gente trabaja para que las corporaciones acumulen y acumulen.
La otra cara de esa estructura económica la representan los que obtienen grandes salarios o beneficios y que durante mucho tiempo se dedicaron a comprar toda basura que apareciese en un estante de tienda. Ahora, quizás por milagro divino, esa gente está cansada de comprar y las tiendas empezaron hace un tiempo a sentir sus efectos. Es lo mejor que haya podido ocurrir porque esta gente estaban saqueando al mundo entero, un saqueo sin sentido, sin piedad humana por la naturaleza. Pero, Obama no ha logrado verlo de esa forma y cree, erróneamente, que reactivar la economía implica que las tiendas vuelvan a llenarse de estos compradores que lo tienen todo.
Una de las grandes virtudes humana está en el hecho de que su percepción de la vida siempre va delante de los políticos y el sistema político que dice representarlos. Cuando la gente inicia los grandes cambios, el político normalmente se llena del miedo a perder el poder y ese miedo corrompe la santidad de su pensamiento; la gente, por el contrario, ve esos cambios como una posibilidad de alcanzar mejores niveles de vida. Los cansados compradores norteamericanos le están diciendo a la estructura imperial lo siguiente:
1- No queremos comprar más.
2- Hemos comprado tanto, que aún queriendo ya no tenemos donde almacenar más.
3- Queremos trabajar para vivir, no vivir para trabajar.
Y en medio de los inventos de crisis y de la “pérdida mundial del PBI”, ¿están insatisfechos los mercados? No, la realidad es que cualquier cosa que usted quiera comprar la busca y la encuentra, y a buen precio. El desafío está en que el sistema capitalista mundial no fue estructurado para satisfacer los mercados, sino para saquearlos, explotarlos sin importar el daño que se haga al género humano y su entorno natural.
Por encima de la cultura del sistema capitalista mundial la gente ha comenzado a entender que “no nos vamos del mundo, que sencillamente nos quedamos en el Universo”. Y quedarse significa que pasemos a gobernar nuestras vidas por el sentido común, ese que nos hace posible ver, entender, palpar la gran realidad de que por lejos que lleguemos en nuestro conocimiento, siempre confirmaremos lo que el humano sabe hace miles y miles de año:
1- Los contrarios se conservan.
2- Los iguales se consumen.
Un hombre y una mujer, por ejemplo, en su condición de sexo opuesto, tienen el poder para darle permanencia a la raza humana, la conservan; dos homosexuales, al unir su igualdad sexual, acaban con ella, se consumen. En esta etapa de evolución humana, como raza, estamos en condiciones de comprender, en su totalidad, que una vida plena, totalmente plena en su capacidad de disfrute, requiere tres simples y muy comunes cosas:
1- Comer bien, alimentarse adecuadamente.
2- Hacer bien el amor, disfrutar en su totalidad la divinidad del acto sexual.
3- Dormir bien, tener la paz y la ciencia para que nuestro cerebro apague una parte de sus funciones y nos deje descansar.
Los cansados compradores norteamericanos han entendido el que si usted está buscando conseguir algún otro objetivo que no sea uno de esos tres, entonces ello se debe a que usted o no está comiendo bien, o no está haciendo bien el amor o no está durmiendo bien y un daño en cualquiera de esos tres apetitos sagrados producen un estado de desolación, de descontrol y pena que imposibilitan la vida sana. Ese es el gran desafío de Obama: primero, comprender y después organizar una estructura económica que permita a plenitud el disfrute de esa simpleza tan bella, tan naturalmente humana. Y Obama tendrá que ver cómo reorganiza una estructura bancaria controlada, en su totalidad, por nacidos ladrones, gente que portando el virus del robo gozan al golpear la tecla de los deudores y los ahorrantes; a los deudores aumentándoles las deudas y a los ahorrantes disminuyéndoles las ganancias.
Más difícil le será al presidente Obama entender y hacer que otros entiendan que el desafío del Medio Oriente, la eterna guerra entre judíos y musulmanes, no tiene nada que ver con religión, patria, tierra elegida o cualquiera de los otros argumentos que se usan para ocultar el hecho de que allí hay una lucha entre asesinos natos, una batalla entre degenerados cerebrales cuyo placer lo obtienen al ver derramarse la sangre humana, al ver destrozada la carne. La paz es su enemigo, la que le impide gozar. Pero, le demando, con el derecho que me asiste, eso sí, al Gran Arquitecto del Universo, que le ayude, mucho.