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Oh, la competitividad…

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Resulta que la República Dominicana es el país con las cargas sociales más altas para los empleadores del sector productivo, con un costo global de 64.88%, en comparación con Centroamérica y que “a juicio de empresarios del sector zonas francas del país, esta es una de las razones por las que esas empresas pierden cada vez más competitividad, y la causa de que muchas de ellas se vean obligadas a parar las inversiones, despedir personal o, en el peor de los casos, cerrar definitivamente sus operaciones”.

Durante el Foro de Competitividad de las Américas que tuvo lugar hace algún tiempo en la ciudad estadounidense de Atlanta, por iniciativa de la Secretaría de Comercio de los Estados Unidos, con el objetivo de contribuir a que los gobiernos, la comunidad empresarial, los representantes del sector académico y organizaciones no gubernamentales intercambiaran acciones “que conlleven a mejorar la competitividad y la prosperidad económica en las Américas”, se habló de la República Dominicana como una de las primeras naciones en alcanzar "resultados tangibles" en el clima de negocios que tendrían un impacto en la competitividad.

Para dominicanos y dominicanas, residentes dentro o fuera del país, una aseveración así llenaba de ilusión el alma; sobre todo porque marcaba avances y aseguraban positivas experiencias.

Sin embargo, el informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), consideró que en la República Dominicana las industrias de zonas francas y locales están afectadas “por una pérdida significativa de competitividad” que implica, además, un importante quebranto del mercado.

En tal sentido, la Asociación de Industrias en el país valoró como alarmante el déficit comercial con Estados Unidos, debido al bajo crecimiento relativo al mercado de importaciones.

El director ejecutivo de la CEPAL, José Luis Machinea, también se refirió a la imperiosa necesidad de mejorar en el país la educación, el campo y diversificar el turismo. Pero, sobre todo profundizó en la necesidad de una reforma educacional.

El presidente Fernández ha votado incondicionalmente porque se podrán enfrentar todos los inconvenientes. Y mientras la cumbre de las fuerzas vivas redunda sobre lo que se sabe hace mucho tiempo, el asunto de la competitividad toma cuerpo mayor y se impone la inversión en eslabones que le preceden, imprescindiblemente, como la educación, más esencial que cualquier obra majestuosa.

Quizás los términos y cifras que se tuvieron en cuenta por parte del Foro de Competitividad de las Américas, no sean los que se sienten aquí, en la profundidad de la piel. Habrá que esperar nuevos resultados y sobre todo “cambios de actitudes", “talentos competitivos” y algo más, como se le denomina a estos intentos en la “madre patria”.

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