Los abuelos tenían refranes que resultan insustituibles, sabios e imperecederos, como aquellas máxima de: “No sólo de pan vive el hombre”, y aquí añadían la sentencia: “pero, tampoco sin pan…” Y entonces llegaban las reflexiones maduras: “No es vivir sin comer, pero tampoco vivir para comer”, y así… El caso es que toda esta introducción puede llevarnos al tema de: “no se puede vivir sin consumir, pero tampoco podemos vivir para consumir”.
El siglo XXI no nos dice nada nuevo. Sigue la misma “vaina”, por denominarlo con ese término contagioso tan dominicano. Y no es que los días de la Madre, del Padre o del Amor, no conlleven a la indiscutible entrega de “un cariñito”. Pero, no en balde, muchas madres que reciben, más que regalos, gestos de amor en determinado día de mayo, o el padre en Julio, o la mujer, o el hombre en febrero, reflexionan de una vez: “¿por qué no serán la mayoría de los días así?”
Consumir es importante si trasluce una equidad en lo que ganamos o percibimos. Puede hacerse un sacrificio, es cierto y esto ¡si que vale!, claro, sobre todo si hemos respetado a los demás el resto de los días del año.
Quizás no sea en mayo, pero una madre recibirá gozosa la noticia del paso a un grado superior de su hijo en el colegio, o su evaluación técnica superior en su centro de trabajo, o su relevante actitud con sus colegas del departamento tal o más cual. Quizás, en medio de todo eso, un regalo, más o menos costoso puede ser inolvidable. Igual sucede con el padre.
¿Y qué decir de la pareja acostumbrada al respeto cotidiano?, “a luchar hombro con hombro por el mañana, la educación de los hijos, por el futuro de su país”. Entonces, ese regalo, vale por mil. Pero, para aquella que aún esconde los ojos amoratados por el último de los maltratos; o lo peor: el alma que no se ve, sombría por la última frase despectiva y sin amor; para ella, un regalo no sustituye, ni puede representar nada.
Mejor concluir con Prem Rawat esta reflexión en el Día del Amor: “Dondequiera que vayas, ese amor va contigo (…) Está allí en las buenas y en las malas (…) Sin juzgar. Ni por un abrir y cerrar de ojos. Nunca. Bueno, malo, vestido, desvestido, hermoso, feo; todo dejado atrás. Éste es el verdadero amor”.
