No sé si la conducta de los griegos fue pragmática, inteligente, indigna u oportunista, lo cierto es que fueron muy tímidos sus episodios de resistencia al dominio romano. Es como si sus pensadores hubiesen razonado:
“No tenemos el poderío militar de esos estúpidos, sometámonos a ellos, que como nuestra cultura es superior, el conquistador sucumbirá ante el conquistado”.
Las cosas fueron así, Roma conquistó, pero Grecia se impuso.
Las paradojas de la vida, es que el dolor de cabeza de la cultura griega, lo representaría otra cultura subyugada, que jamás ha admitido tal subordinación, y que si bien es cierto que también se rindió ante el poderío del imperio, no lo hizo sin episodios epopéyicos de resistencia. Hablo de los judíos.
La pregunta para los griegos era la más lógica, ¿cómo diablos si los jefes han asimilado nuestra cultura, no lo puede hacer ese pueblecito rastrero, al que Tito Livio Vespasiano sometió a la obediencia después que se lanzaron a la aventura suicida de enfrentarlo?
Lo primero es que muchos héroes de aquel pueblo jamás se rindieron. Es cierto que se agotaron los maderos para colgarlos en cruces e imponerles una muerte lenta y aleccionadora, y pese a ello resistían, y cuando se veían próximos a la captura hacían pacto para que uno le quitara la vida al otro antes de caer en brazos del enemigo.
Del historiador imprescindible para hurgar en las antigüedades judías, que es Flavio Josefo, se cuenta un anécdota infame: era uno de los líderes de la resistencia judía que se vio en un momento junto a otros diez fariseos ocultos en el interior de una tubería de alcantarilla, sin agua y sin alimentos, y para no entregarse a los vencedores, decidieron que un compañero matara al otro, hasta que así sucesivamente, sólo al último le tocara ofender al creador matándose a sí mismo. Josefo reservó ese último sacrificio para él, pero para no pecar, prefirió entregarse a los romanos, con tanta suerte que antes de que lo crucificaran le dijo al general Vespasiano, un hombre en desgracia con Nerón y que creía que no tenía más futuro que el de un aburrido retiro, que le veía un aura de emperador. El halagado general pospuso su crucifixión, y tras la muerte de Nerón y la sucesión inestable de varios emperadores que no dieron la talla, el general Vespasiano, el único que acabó con una fuerza militar respetable después que los que estaban debajo del mango se autoliquidaron, fue llamado a ocupar el trono, y el jovencito fariseo que le pronosticó un reinado que no esperado, fue designado como historiador oficial del imperio.
Para la posteridad su contribución ha sido valiosa, para sus contemporáneos no fue más que un maldito traidor.
Pero aunque los romanos dominaron a los judíos, se cansaron de buscarle la vuelta, y no creo que se la hallaran. Lo dominaron, pero no pudieron imponerle su cultura, que no era otra que la griega, por lo que los más indignados no eran los romanos, sino los griegos, que se creían superiores a los judíos aunque jamás lo fueron.
Desde luego que los que piensen en el arte y la filosofía, entenderán que incurro en una herejía, y lo acepto, porque donde la superioridad de la cultura judía no tiene parangones antiguos es en la literatura.
Crea usted o no en la Biblia, sin el concepto de las figuraciones literarias que tenemos hoy, difícilmente encuentre forma más hermosa, gráfica y llana de describir los hechos, que las del Viejo y hasta las del Nuevo Testamento. Pero el Viejo es sólo un pequeño botón de lo que sobrevivió a una época sin imprenta, sin fotocopias, sin máquinas de escribir, sin ninguno de los medios que hoy resultan imprescindibles para la difusión del pensamiento.
Yo sé que hubo prácticas de monoteísmo, antes que los judíos las crearan, pero la que se ha difundido, y la que practican musulmanes, cristianos y los propios judíos, no es otra que la del monoteísmo ético, que nace con Abraham y que reglamentara Moisés.
La cultura judía era tan fuerte que los benditos griegos, que creían en cuchumil dioses, terminaron dominados igual que sus dominadores romanos, por el Dios único de los judíos, aunque con el contubernio del poder, se lo robaron para su idioma, aunque todos sabemos que cuando nos referimos al Mesías, estamos hablando de él, que es la palabra de origen hebreo que significa ungido, nadie le reza a ese señor sino a Jesús el christos, que es la designación griega.
El hebreo es lengua muerta y en su asesinato hay una conspiración de la que no están exentos los que no les interesaba que las versiones más antiguas de los evangelios hubiera que consultarlas en griego. Desde luego, como los cultores más intransigentes del legado judío eran los fariseos, los copistas griegos de los evangelios no desperdiciaron oportunidad de censurarlos y presentarlos como peste abominable.