Recientemente el país se ha convertido en receptáculo de una gran proliferación de películas de mala y cuestionable calidad, que lo presentan como un lugar donde se improvisan precarias producciones cinematográficas, con el único objetivo de justificar algún fin meramente pecuniario.
Lo cierto es que algunos de los llamados cineastas dominicanos han empezado a quejarse, porque las producciones que han hecho dentro de la incipiente Industria Cinematográfica Nacional, lejos de estar dejándoles beneficios económicos les han reportado grandes pérdidas y hasta dolores de cabeza por las deudas que han acumulado.
Aún así, el negocio de producir “películas al vapor”, continúa, “viento en popa”, como diría un buen criollo, porque se trata que detrás de esas producciones sancochadas hay quienes buscan beneficios ulteriores, quizás más ventajosos que lo que les pueda reportar la venta del producto que han puesto en el mercado.
Lo cierto es que los llamados promotores, gestores o patrocinadores de ese tipo de películas, todavía no se han dado cuenta del mal que le están haciendo a la naciente Industria Cinematográfica Nacional, al talento dominicano que participa en esas producciones y a los consumidores de esos productos, quienes finalmente han comenzado a renegar de ese tipo de trabajo.
El rechazo del dominicano que ama el cine, se ha venido manifestando contra las producciones de carácter nacional, con la no asistencia a las salas de los Teatros durante los primeros días en que se echan a rodar las películas, hasta ver la reacción que toman las pocas personas que acuden a las presentaciones de estas durante su estreno.
Esa situación se ha venido dando, como consecuencia de la gran cantidad de películas, que debido a que han sido hechas al vapor, carecen de las calidades y cualidades necesarias para merecer el respaldo de un público que espera contar con un producto de buena calidad, que desea apoyar por tratarse de factura nuestra.
Eso nos hace pensar que ante lo que está aconteciendo en la Industria Cinematográfica Dominicana, nos debemos replantear nuevos esquemas de producción que le permitan al país sacar un producto, que no solamente pueda ser elaborado para el consumo interno, sino que nos sirva como medio de exportación para generar las divisas que necesitamos en estos tiempos de bajas en las remesas, el turismo y las zonas francas.
Se impone, además, que nuestros productores, que dicho sea de paso, son excelentes porque en la mayoría de los casos trabajan con limitados recursos económicos y tecnológicos, unifiquen esfuerzos para crear una Escuela Cinematográfica que permita mejorar la calidad del talento que participa en las películas, ya sean artistas o no, para superar las debilidades que existen en sus actuaciones.
El hecho de que hemos tenido películas que han provocado el rechazo de la población y suscitado comentarios desafortunados, que ponen en riesgo el futuro de la Industria Cinematográfica Nacional, no quiere decir que todo está perdido, porque si se reencausan esos trabajos por los lineamientos de producción que se trazaron con Nueba Yol, San Kin Pan Kin, Santa Clo y Perico Ripiao, estaríamos contribuyendo a rescatar el terreno perdido por los malos rodajes que se han hecho en los últimos años en el país.
Lo que se trata en estos momentos es de anteponer el futuro de la Cinematografía Dominicana , a los beneficios que algunos quieren sacar de la recientemente aprobada ley de Cine Nacional, mediante la obtención de facilidades que la misma prevé, ya que de lo contrario castrarían el desarrollo y futuro de esa incipiente Industria Nacional.
Déjense de ser oportunistas, que el país los conoce y piensen más en el porvenir de todos, garantizando un desarrollo sano, limpio y sin traumas del celuloide criollo, que es a lo que aspira el pueblo dominicano.