Podría comenzar por describir el colorido de las banderas en muchos balcones de edificios y frentes de humildes viviendas; en instituciones y entidades diversas.
Porque, para ningún dominicano o dominicana, da igual su clase u origen social, puede ser olvido la primera enseña tricolor que una de las extraordinarias mujeres dominicanas, Concepción Bona Hernández, entregó en manos de Sánchez, en medio de la “escena libertadora” que tuvo lugar “desde la Puerta de la Misericordia hasta el Baluarte del Conde, entre pólvora, cánticos patrióticos”.
El hecho histórico ocurrió en la mañana del 28 de febrero de 1844 y ese día la hermosa enseña confeccionada por la heroína ondeó libre y soberana sobre el Altar de la Patria. Nacía así la República Dominicana.
Este 27 de febrero, el presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández, rindió cuentas a la nación ante su Asamblea Nacional, mediante un discurso que se esperaba superior a “la mera presentación de las memorias con las ejecutorias de su gobierno en el último año”.
Unas dos horas y alrededor de 45 páginas en un discurso que habla de “gran futuro” para el país; de aumentos significativos en las remesas, zonas francas, el turismo; que “estamos en condiciones de seguir luchando con fe y optimismo como nación”, y que a pesar de las turbulencias mundiales, la República Dominicana ha sido de las menos afectadas y mantiene la paz social y la gobernabilidad democrática.
No se trata de pesimismo burdo, mucho menos en circunstancias en las cuales desearíamos aplaudir con fuerzas cada vocablo de prosperidad y fe en el futuro. Pero, ¿cómo explicarles a las miles de familias dominicanas que apenas cuentan con los alimentos de la canasta básica, que los precios continuarán inalcanzables aún después del discurso del presidente?
¿Cómo decirle a los más pobres, a los desempleados, a los niños y niñas que deambulan por las calles sin sustento; a los envejecientes, discapacitados, excluidos y marginales, con quienes el presidente dijo que está comprometido su gobierno, que mañana y durante muchos días más, continuarán enfrentando su mísera vida en un país que en 2012, a más tardar, construirá la segunda línea de su antológico Metro?
¿Cómo decir a los demás y a nosotros mismos, que estas promesas reiteradas en la educación, la salud, la erradicación y limpieza de las filas militares de narcotraficantes y criminales será en lo inmediato, y no habrá que esperar un nuevo año de la Independencia para escucharlas como ofrecimientos?
Alguien murmuraba al final de estas líneas: “de todos los países del mundo, yo quisiera vivir en el que vive Leonel Fernández”.