Recientemente estuvimos explorando el sur, especificamente a Bani. Teniamos en mente ir a las Dunas y luego visitar el Santuario San Martin de Porres en el poblado de las Tablas. Confieso que antes de partir hacia Bani, no me sentia tan entusiasmada como en otros viajes, quizas porque ya mi mente asociaba Bani con mi pisada de herizos en Salinas. Pero estuve muy equivocada en mi prejuicio y para mi éste terminó siendo uno de los viajes más gratificantes que he tenido en mis exploraciones.
Cuando llegamos a Bani y pasamos la base de la Marina de Guerra (precisamente donde años atrás me habian sacado las puas del herizo), nos detuvimos porque un pedazo de costa nos llamó la atención (Puerto Hermoso), y vimos una gran oportunidad para tirar fotos. Lo lindo de hacer recorridos inesperados y nuevos es precisamente el encontrar objetos o paisajes dignos de admiración. En el puerto vimos un inmenso barco, posiblemente de carga, que vestía con los colores azul, amarillo y rojo y estaba tan combinado con el mar y la montaña verde de fondo que te hacia pensar que fue puesto ahí por un pintor para captarlo en su lienzo. Y allí estuvimos para tirarle fotos y agregar este paisaje a nuestro baúl de recuerdos.
Cuando finalmente logramos despegar nuestros ojos de esa belleza, nos fuimos en busqueda de las Dunas. De camino, tratando de ubicarnos, nos encontramos en la mina de sal en Salinas. A pesar de que era Sábado, estaban los trabajadores muy ocupados y nos permitieron tirarle fotos y conversar con ellos un buen rato. Fue muy divertido ver el tren mover las montañas de sal. Nos permitieron además entrar las manos en el agua y sacar la sal del fondo. No sé si era el esplandor de la sal o la esencia de la presencia de los trabajadores, pero aquí pude sacar las fotos más poeticas que he tirado en todos mis viajes. Después de encontrarme con unos amigos alla también admirando la belleza de la mina, nos despedimos y nos preparamos para visitar el desierto dominicano.
Esta fue la primera vez que yo visitaba las Dunas y a pesar de saber ya exactamente como era, no me dejó de impresionar cuando finalmente me encontraba caminando en un desierto en nuestra isla. Sentí todas las sensaciones que uno puede sentir en un desierto: calor, sed y porque no, en algún momento lo admito algo de desesperación, pero también sentía emoción de estar en el mejor desierto del mundo. Lo que me hace pensar que éste es el mejor desierto del mundo es el hecho que mientras me encontraba en el centro de las Dunas comenzé a ver la playa aproximándose. Y después de caminar varios minutos más, ahí estaba en plena playa despues de haber cruzado un desierto. Eso es parte de la maravilla de nuestro país, en un solo día puedes estar en una playa, una montaña, un bosque humedo y en un desierto.
Llegamos a la playa y nos hidratamos un rato entre baño y bebida, y partimos hacia nuestro último destino: el Santuario de las Tablas o San Martin de Porres.
Mientras nos acercabamos al poblado de las Tablas, se veia en una lomita una iglesia solitaria, invitándote a conocerla, y esto precisamente era nuestra intención. Cuando llegamos a la entrada de la iglesia, fuimos recibidos por un grupo de personas de la comunidad, entre ellos un grupo de niños que serian nuestros amigos durante nuestra visita. Nuestros nuevos amiguitos nos acompañaron hasta arriba donde se encuentra el Santuario, que a pesar de ser pequeño en tamaño es muy grande en belleza. Nos permitieron entrar y tirar algunas fotos del Santuario y otras con los niños. Todos peleaban entre ellos para salir en las fotos y luego se peleaban por verlas primero. Esta fue la parte gratificante del viaje, esta fue la parte que hizo el viaje o mejor dicho lo completó! En el momento que compartiamos con estos niños estaba bajando el sol (si, mi hora favorita para compartir con la naturaleza) y entraba una refrescante brisa y juro que en ese momento sentí el tiempo detenerse, la bulla ajena a la nuestra no existia y en ese momento solamente existiamos nosotros. Fue mágico, la inocencia de ellos, sus sonrisas por cualquier minimo gesto nuestro. Todas estas cosas me hicieron entender que tan rico eran ellos sin tener riqueza material alguna, y que tan pobre yo he sido en muchos momentos de mi vida. Prometimos volver y enseñarle algunas fotos. Nos prometimos a nosotros mismos volver y llevarle regalos para darle las gracias por el regalo tan maravillo que ellos nos obsequiaron a nosotros, al permitirnos por lo menos unos instantes ser parte de su comunidad.
Bani, que bueno que te di una segunda oportunidad y ahora siento ansias por volverte a ver!
De Olyenka Sang