La pregunta, aunque redunde, sigue siendo: ¿quiénes son los que más pierden y padecen con cada paralización del transporte o de los servicios médicos en el país?
Los choferes organizados en la Central Nacional de Transportistas Unificado (CNTU) anunciaron para abril una marcha para exigir que el Gobierno cumpla “con los acuerdos arribados con ese sector y la clase pobre del país”. Mientras, los hombres y mujeres de las batas blancas siguen “en pie de lucha”, y reiteran sus manifestaciones de paros.
¿Será que no existe la palabra solución para tantas situaciones incómodas que vive la nación, sobre todo para las familias más necesitadas?
Porque, sucederá que una vez más, miles de personas que se encaminan hacia sus puestos de trabajos deberán avisar que es imposible llegar, o quedarán esperando en las calles de la capital y en otros sitios del país los imprescindibles servicios choferiles.
La asignación de combustible subsidiado, modificación a la Ley de Hidrocarburos y otros acuerdos pendientes, son temas más que gastados entre transportistas y gobierno, debatidos y manejados a la manera de cada quien, sin contar con que esa mayoría que se mueve cada día a través del transporte público, es quien más sufre las consecuencias de tales conflictos.
Ni Gobierno, ni dirigentes transportistas y sindicatos implicados pueden reparar el daño emocional para hombres y mujeres que cada día deben buscar la subsistencia de su prole, y pagar los productos aumentados en los precios de la canasta básica.
A veces, cuando se escuchan voces de marchas y protestas, viene a la mente el silencio atronador de quienes no son escuchados en el eco de sus sufrimientos y que deben enfrentar, por un lado la falta de entendimiento, y por el otro, la inexistencia de visibles soluciones. ¿Es que tendrá la nación entera que “pararse íntegra” para demostrar sus angustias?