Moscú.- Tras el período de distensión que siguió a la caída de la URSS, Rusia vuelve hoy a ver a la OTAN como una amenaza a su seguridad nacional y, sobre todo, a su influencia en el espacio de la antigua Unión Soviética.
El acercamiento de las infraestructuras militares de la OTAN a las fronteras rusas fue uno de los principales argumentos del presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, el 17 de marzo, cuando anunció que -pese a la crisis- a partir de 2011 comenzará el rearme a gran escala de las Fuerzas Armadas del país.
Medvédev declaró que la OTAN no cesa en sus intentos de ampliar sus infraestructuras militares junto a las fronteras de Rusia.
Además, el "análisis de la situación político-militar en el mundo" muestra que en una serie de regiones hay un gran potencial de conflictos, se conservan las amenazas de crisis locales y de terrorismo internacional, insistió.
La prioridad para el Kremlin es, sin duda, conseguir la anulación de los planes estadounidenses de desplegar en Europa del Este elementos de su escudo antimisiles, que Rusia considera una amenaza directa a sus seguridad.
Por primera vez desde el fin de la guerra fría, Medvédev amenazó con responder con el despliegue de misiles tácticos Iskander en el enclave ruso de Kaliningrado, situado entre Polonia, Lituania y Bielorrusia, y enfilados contra Europa.
Pero ni siquiera el posible despliegue de elementos del escudo antimisiles provoca en Moscú tanta irritación como la mera mención de los propósitos de Ucrania y Georgia de incorporarse a la OTAN.
Desde que Kiev proclamó su deseo de ingresar en la Alianza el precio del gas ruso para el "hermano país eslavo" se disparó, acompañado por cortes de suministros en pleno invierno incluso al coste del prestigio de Rusia como suministrador seguro de gas a Europa Occidental.
Moscú no escatima apoyo a la oposición ucraniana ni tampoco a las organizaciones pro rusas en Ucrania Oriental y sobre todo en la península de Crimea, habitada principalmente por rusos étnicos.
En cuanto a Georgia, en agosto pasado Rusia no titubeó en invadir ese país surcaucásico y de reconocer la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, regiones cuyo separatismo fue concebido, alimentado y armado por Moscú.
Rusia no dudó en arriesgar sus relaciones con la OTAN, incluso cuando la Alianza Atlántica suspendió los vínculos formales en represalia por la invasión rusa de Georgia.
Ahora, pese a que la OTAN sigue considerando inadmisible el reconocimiento ruso de la independencia de las regiones separatistas georgianas y la presencia permanente de tropas regulares rusas en sus territorios, Moscú ha celebrado como una victoria la reanudación de las relaciones formales con la Alianza.
El embajador ruso ante la OTAN, Dmitri Rogozin, no dudó en calificar la decisión como "derrota del bando de la Guerra Fría".
Para la Cancillería rusa, la OTAN había optado por no revivir la Guerra Fría al anunciar su intención de reanudar los contactos con Moscú, suspendidos tras la guerra en Georgia.
A su vez, Rusia se congratuló por el hecho de que la Alianza, "consciente de los riesgos", negara a Georgia y Ucrania la concesión del Plan de Acción para la Adhesión (MAP), considerado la antesala del ingreso.
Tampoco dejó de reprochar a la OTAN por su comportamiento durante la guerra ruso-georgiana, cuando "la Alianza no dio pasos para frenar la aventura georgiana, asumiendo una postura sesgada de apoyo a Tiflis", y advirtió de que "Rusia no puede ignorar" aquellas lecciones.
Prácticamente todos los medios de información, incluidos los estatales, presentaron como una victoria la decisión de la OTAN de reanudar las relaciones formales con Rusia, que demostró que solo desde posiciones de fuerza podrá conseguir el "respeto" de la comunidad internacional.
Mijail Leontiev, comentarista del Primer canal de la televisión Rusa afirmó que "de facto, la OTAN ha reconocido el derecho de Rusia a resolver los problemas de la antigua URSS por cuenta propia". EFE