Moscú (EFE).- Los multimillonarios que quieran comprar un billete de ida y vuelta con destino a la plataforma orbital tendrán que esperar hasta que se construya una nueva nave rusa Soyuz diseñada especialmente para turistas espaciales.
El magnate informático estadounidense, Charles Simonyi, que se encuentra ahora a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI) ha sido el último afortunado en viajar a "la ciudad de las estrellas" en calidad de visitante.
No sólo eso, Simonyi, que pagó 35 millones de dólares por un pasaje en una Soyuz, ha sido el único turista de los seis que han pisado la EEI desde 2001 que ha podido repetir experiencia.
Cuando retorne a la Tierra el próximo 7 de abril, la Estación Espacial será durante varios años un coto cerrado para los neófitos, no importa los millones que pongan sobre la mesa.
"El turismo espacial es una actividad obligada. Lo siento, pero tenemos que construir la EEI no para los turistas sino para satisfacer las necesidades de los habitantes de la Tierra", aseguró Vitali Lopota, presidente de la corporación cósmica Energuia.
Rusia recurrió al turismo espacial a principios de esta década debido a la grave crisis de financiación que afectó a su programa especial tras la caída de la Unión Soviética, la primera potencia en enviar un hombre al espacio exterior en 1961.
Al principio, la decisión rusa de enviar turistas al espacio fue muy mal recibida por la NASA estadounidense, que consideraba que la presencia de neófitos en la plataforma distraería a los inquilinos permanentes de la EEI.
Ahora, en cambio, según el director de la Agencia Espacial Rusa (Roscosmos), Anatoli Permínov, la razón para suspender las visitas es la falta de espacio.
Permínov explicó que, "según los acuerdos internacionales, cuando se lancen los módulos científicos japoneses y europeos, la tripulación (de la EEI) deberá ser de seis personas (…), por lo que no hay sitio para turistas espaciales".
En mayo próximo a la actual expedición número 19 de la EEI se sumarán otros tres cosmonautas para conformar la primera tripulación ampliada de seis personas.
La decisión de ampliar la población de la estación se debe a los retrasos en la construcción de la plataforma, proyecto iniciado en 2000 y en el que participan dieciséis países.
Además, también se duplicarán los lanzamientos de Soyuz con destino al ingenio espacial, de dos a cuatro anuales, ya que las Soyuz serán el único vehículo de relevo de tripulaciones de la EEI después de que los transbordadores estadounidenses sean retirados de servicio en 2010.
El consorcio ruso Energuia, el encargado de la construcción de los cohetes Soyuz, apuntó en 2008 que si el programa espacial ruso recibiera la financiación necesaria, ya no tendría que recurrir al turismo como fuente de ingresos.
No obstante, la crisis financiera también ha golpeado a la investigación espacial, por lo que Energuia se muestra ahora dispuesta a asumir un nuevo pedido.
El jefe del programa de vuelos de Roscosmos, Alexéi Krasnov, aseguró tras el acceso el sábado de Simonyi a la plataforma de que la nueva Soyuz para turistas espaciales podría está disponible "en torno a 2012 ó 2013", según la agencia Interfax.
A su vez, Lopota estimó que Energuia podría construir la nueva Soyuz en "dos años y medio, tres años", aunque vinculó esos plazos con la complicada situación crediticia actual.
No en vano, en torno a un 30 por ciento del dinero que se invierte en la construcción de las naves Soyuz y los cargueros Progress procede de créditos bancarios, añadió. En cualquier caso, Roscosmos baraja otras alternativas para los interesados: la compra de una nave espacial.
"Si un multimillonario ruso o extranjero alberga el irrefrenable anhelo de volar al espacio y residir durante una semana en la EEI, pueden adquirir una Soyuz", señaló Vitali Davidov, subdirector de Roscosmos.
Davidov reconoció que una Soyuz costaría "mucho dinero", por lo que, además de los turistas, compañías y gobiernos también podrían adquirir las naves con el objetivo de desarrollar sus respectivos programas espaciales.
El primer turista en viajar a la EEI fue el estadounidense Dennis Tito, antiguo científico de la NASA, que viajó a la plataforma en mayo de 2001, y confesó que no hacía falta ser un "superhombre" para volar al espacio.
Según una encuesta, un 29 por ciento de los rusos desearía viajar al espacio como turista, aunque reconoce que carece del dinero para pagarse el pasaje.