América Latina quedó satisfecha tras los acuerdos del G-20 firmados en Londres, en el sentido de lograr un mayor control del sistema financiero para solucionar la crisis propiciada por el mundo de los más ricos (aunque, tal y como ellos mismo plantean, no se consideran responsables), con relación a las naciones emergentes de la América nuestra.
En verdad, el horno no está para galleticas y el Programa de las Naciones Unidas (PNUD), aseguró que “la crisis económica mundial amenaza con desencadenar una catástrofe de desarrollo humano en los países más pobres del mundo”.
El llamado a las cabezas pensantes del G-20, la califican de “vida o muerte” los representantes del PNUD, y no es para menos. Se trata de un incremento las tasas de mortalidad e intensificación de las penurias de la mayoría pobre del universo.
Esta vez los ricos, más ricos a pesar de la crisis, deben prestar oídos a los reclamos de especialistas y expertos, porque se trata, precisamente, de sostener ese suelo y subsuelo en el que está erigido su poderío.
Para la población dominicana es más que necesario dirigir mayores presupuestos a la inversión social. El director ejecutivo de Participación Ciudadana (PC), Javier Cabreja, entiende que las protestas populares que se llevan a cabo en el país responden a esas demandas insatisfechas y “el desacierto de la política del gobierno en cuanto al establecimiento de las prioridades que tiene la República Dominicana”.
No hay que ser experto para darse cuenta a simple vista, allá y acá, que si los que tienen no ceden y sustentan al mundo más subdesarrollado el futuro será nulo para la generalidad del planeta que ricos y pobres habitan.
En la tierra de Duarte, Sánchez y Mella, o se mejoran las condiciones sociales de dominicanas y dominicanos , o, más allá de la credibilidad y la confianza, que cada día parecen estar más lejos del alcance real, la sustentabilidad esencial de la nación se desploma sin remedios.
Allá, en Londres, los G-20 discuten el futuro de los pueblos del planeta. Mientras, en esta tierra caribeña, la sociedad se pregunta si tendrá por fin su Constitución aprobada después de esta “Semana Santa reivindicativa”, donde el recogimiento o asueto está permeado por una crisis que lacera todos los segmentos de la cotidianeidad.
En fin, esperemos. No hay otra.
