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Principio de la Moral en la profesión Militar y Policial (3 de 4)

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“Lo mas importante es el deber cumplido”

Zenón de Citio

El Deber Acción Moral del Comandante.

Durante mi estadía en Cannes, Francia, a bordo del yate Moineau (Julio a Octubre de 1953), el lugar preferido, convertido en una necesidad, era la biblioteca pública. Iba impulsado por un llamado de los historiadores Diógenes Laercio, Tasso, Herodoto y el filósofo Epicteto con su sabiduría estoica.

Intensamente me atrae la vida del filósofo griego Zenón de Citio (Siglo V A.C.) fundador de la escuela estoica, cuyas disertaciones eran un manantial de un verbo penetrante, encantador, cautivante. Con gran vehemencia describía las cuatro grandes virtudes: sabiduría,, valor, templanza y justicia. El verdadero lema de su escuela era el deber, el concepto de esta virtud no era novedad en el mundo, tampoco lo eran las ideas de Zenón, pero el énfasis que puso sobre el sentido del deber si lo era en Grecia.

La lectura que más influía sobre mi era la que se refería al deber, lo cual era como estar viendo al maestro, con mirada sublime, rostro iluminado por la vehemencia que ensimismaba a sus discípulos y hacía que yo me considerara uno de ellos. “Locura de juventud”.

Las neuronas tiene su archivo y durante los treinta y cuatro años en el servicio naval, latían, se disparaban las enseñanzas de Zenón y aún recuerdo: “El deber es una acción de la razón impulsada por la moral, por ello, es un acto virtuoso conveniente al hombre por el cual hace lo que debe para corresponder a la naturaleza que tiene de hombre. Es el freno de la conciencia, sin él esta se desboca. Cuando el deber se apodera de la conciencia, la hace buena. Si la domina vence en ello todo mal. Cuando la encamina crea un poder incontrastable. Al tenerla, posee el imperio de la vida y ésta es el cumplimiento del deber. Quien está seguro de ello, tiene necesariamente que ser feliz”.

Zenón tenía una expresión favorita, la cual era la apatía. El apático es aquel que nunca permite que sus sentimientos lo dominen. Si por el contrario está exaltado, se le nubla la razón, no verá claro y por tanto no podrá cumplir con su deber.

De manera que el hombre debe liberarse del dolor, el miedo, la ira y de todo sentimiento que se conozca ya que éste, en cualquiera de sus formas, es inconveniente porque oscurece el camino del deber.

El maestro recomendaba al hombre vivir de acuerdo con la naturaleza y acatar sus leyes, las cuales ni él mismo consideraba fáciles de seguir, ya que muchas de éstas, tanto las mentales como las físicas, ni el mejor médico está seguro.

Explicaba que dominar el mal, soportar, fortalecer el carácter y por tanto vencer obstáculos es la única forma de ser fuerte.

Con gran vehemencia aseguraba que no hay nada que sea del todo malo y se tendría la confianza de que, sea por un medio o por otro, el bien será el resultado final del mal.

Zenón, consciente de que el final de su tránsito terrenal se acercaba, no le era difícil escoger entre sus discípulos, a quien dejaría como cabeza de sus enseñanzas, no miró hacia el más sobresaliente, sino a Cleantes, por ser reconocido como el del valor moral más demostrado. Así, el maestro nos indica a cuál cualidad daba más importancia.

La Atenas de Sócrates, Platón y Aristóteles le tributa honras excepcionales por el legado ejemplar de sus disertaciones.

La vida nos dice que la naturaleza del deber exige que su cumplimiento se lleve hasta el sacrificio de la vida en ciertas circunstancias. En las manos del militar y policía se deposita la fuerza de la nación para su defensa y en consecuencia de la colectividad.

Esto indica el carácter eminentemente social de los cuerpos armados de la nación, los cuales fueron creados con estos fines y no para convertirse en opresores de la sociedad.

El comandante debe estar convencido que su sabiduría consiste en la concordancia mostrada entre su trabajo, directivas y las palabras.

Con su entendimiento moral debe conservar siempre la calma, el valor y la tenacidad, resistiendo los golpes de la adversidad, haciendo descansar sus varoniles virtudes en la conciencia que tiene de su deber y de los intereses supremos de la patria.

El único mal auténtico es el mal moral, aquel que nos inflingimos nosotros mismos. Nada, ni nadie puede hacernos más daño que el que cometemos al ejecutar una mala acción.

El patriotismo ante todo, y por encima de todo, es un deber; por lo tanto su llamado es sagrado y nada debe interponerse. La milicia no es nada si no recibe sus principios fundamentales de la moral y si no procura seguirlos.

Concluyo con la experiencia vivida. Toda actividad humana tiene necesariamente que estar basada en la moral y en lo militar, ésta es el armazón del conjunto.

En la directiva del comandante, las fuerzas intelectuales y materiales deben actuar al llamado de esta virtud, conducidas por ella y para satisfacer sus aspiraciones. Sin moral no hay deber y sin este no hay patria.

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