La calamidad mundial más impactante es la pobreza y estamos condenados a vivir con ella hasta que no entendamos y accionemos en contra de las causas que la originan.
La pobreza es la causa principal de todos los males que agobian al ser humano.
La falta de las necesidades básicas para vivir lleva en su simiente el origen de una vida miserable y llena de sufrimientos, además de que la mayoría de las enfermedades cotidianas y el agravamiento de las que traemos de fábrica, como las producidas por alteraciones genéticas, son debido a la pobreza.
Debemos crear conciencia que si queremos tener un país sano, se invierta menos en enfermedad y más en salud, la clave esta en el combate a la pobreza; las personas saludables disminuyen el gasto en salud y se ahorraría en términos mediatos, recursos económicos superiores al 10% del PIB que, bien administrados, coadyuvarían en la adquisición de medios para combatir el hambre y la pobreza.
El mundo es un reservorio de pobres, producto de las desigualdad en la distribución de las riquezas, la inequidad social, la falta de una real representación de los pobres en los estamentos de poder, el aislamiento al que hemos sido sometido siempre, en donde se nos niega el conocimiento de la verdad, entiéndase, la educación que es básica en el desarrollo de los pueblos. La pobreza genera ignorancia y la ignorancia genera pobreza.
Los pobres somos más del 90% de la población mundial, y los que disfrutan de las riquezas y de los beneficios existentes en este espacio terrenal de todos, no exceden el 10%.
A diferencia de ayer, hoy la humanidad cuenta con los recursos indispensables para el combate al hambre y a la pobreza, hay más conocimientos en todas las áreas, más tecnología, mayor producción de alimentos, mayores bienes y servicios.
Ya es tiempo de que sepamos que los llamados a combatir la pobreza en este mundo somos los pobres, organizando un Estado que nos represente, el hecho de comer todos los días no significa que no seamos pobres, este elemento que es fundamental, no nos excluye de la pobreza. En el sistema actual, el agravamiento y la mejoría de la pobreza son cíclicos.
La valoración del índice de pobreza no está dada solamente porque se aplique positivamente a algunos indicadores de pobreza, hoy esta valoración es más compleja dependiendo del tipo de sociedad a la que pertenezca y a la posibilidad de acceso a otros recursos como los de tipos tecnológicos.
Las necesidades básicas de los seres humanos son: alimento, techo, vestido, agua potable, salud, educación, energía, trabajo, medio ambiente, etc., existen otras no básicas, pero necesarias para el desarrollo del individuo como son: comunicación, transporte, infraestructura, radio, televisor, computadoras, celulares, etc.
A partir de la posibilidad que tenga un ser humano de accesar a estas necesidades, los estudiosos en la materia han hecho clasificaciones de la pobreza, que van desde la “pobreza extrema”, donde el individuo carece de todas las necesidades básicas, siguiendo por: línea de pobreza, umbral de pobreza, pobreza absoluta, pobreza relativa etc., también hay fórmulas para calcular índice de desigualdad social como el coeficiente de Gini entre otras tantas, es decir, que en lo concerniente a la pobreza, está súper estudiada y súper documentada.
Hace alrededor de 1975 años que Jesucristo, quien se caracterizó por la agudeza de su visión dijo: “Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mi no siempre me tendréis” (Marcos 14:7); reconoció la existencia de dos polos sociales diametralmente distintos, los pobres y los ricos, su prédica estuvo dirigida fundamentalmente a los pobres y cuando se dirigía a un rico, era en la dirección de que “si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres,…” (Mateo 19:21).
Alrededor de 2000 años después, tenemos los “Objetivos de Desarrollo del Milenio”, donde 191 países miembros de las Naciones Unidas acordaron en el año 2000, conseguir reducir indicadores de pobreza para el año 2015.
En esos momentos, 1.200 millones de personas subsistían con un dólar al día, otros 854 millones pasaban hambre, 114 millones de niños en edad escolar no acudían a la escuela, de ellos, 63 millones eran niñas. Al año, pierden la vida 11 millones de menores de cinco años, la mayoría por enfermedades tratables; en cuanto a las madres, medio millón perecía cada año durante el parto o maternidad, el SIDA no para de extenderse matando cada año a tres millones de personas, mientras que otros 2.400 millones no tienen acceso al agua potable.
Los ocho objetivos acordados son: 1- Erradicación de la pobreza extrema y el hambre, 2- Lograr la enseñanza primaria universal, 3- Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, 4- Reducir la mortalidad infantil, 5- Mejorar la salud materna, 6- Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades, 7- Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, y 8- Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
El primer objetivo: la erradicación de la pobreza y el hambre, apunta al problema cardinal de la humanidad y todos los demás objetivos están asociados directamente a la pobreza.
Podemos ver que: 50 millones de infectados con el HIV, en su gran mayoría están sin ningún tratamiento ni atención, 800 millones de personas no tienen acceso a la comida suficiente para alimentarse, 1100 millones de personas viven con menos de 1 dólar diario, 1200 millones de personas no tienen acceso al agua potable, 10 millones de niñas mueren por causas evitables, el 70% de las personas pobres del planeta son mujeres, el 10% de la población mundial disfruta de las riquezas del planeta, el 75% de las personas pobres son campesinas.
La mortalidad materna, la mortalidad infantil, la desnutrición, la tuberculosis, la leptospirosis, el dengue, la malaria, el polio, enfermedades diarreicas, enfermedades pulmonares, enfermedades transmisibles e infecciosas agudas y crónicas están asociadas a la pobreza; otras no asociadas como cánceres, hipertensión, diabetes, enfermedades inmunológicas, etc., se agravan por la pobreza de las personas.
Combatir la pobreza no es hacer demagogia, el hambre se combate con alimento, la desnudez con vestido, la intemperie con techo digno, el desempleo con empleo, la ignorancia con educación, la salud con prevención, seguridad social e inversión en salud, la violencia con trabajo, y así cada indicador tiene su arma de combate bien específica: Las promesas y las falsas expectativas sólo hacen agravar la miseria, el hambre y la pobreza de las personas y los pueblos.
“Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer “(Gálatas 2:10).