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En la ruta de Benazir

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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¿Parirá Perú otra hija del destino? Recién se han conmemorado treinta años de la ejecución de la sentencia que trasladó a Zulficar Alí Bhutto al reino de los muertos.

Se le acusó, sin fundamento contundente, del asesinato de un político y el 4 de abril de 1979, a las dos de la madrugada, ya le habían cortado la respiración, atándole una soga al cuello.

El ex primer ministro no era totalmente beneficiario de la percepción de inocencia, pero la sentencia que se pronunció en su contra emanaba efluvios de exageración.

Ella escuchó la sentencia junto al condenado, se abrazó a su madre y ambas se comprometieron a desplegar una campaña para revocar esa decisión.

Tocaron puertas y generaron reacciones de desaprobación de la condena por parte de importantes líderes mundiales, a los que no se les hizo caso.

Benazir no logró salvar a su padre, pero se convirtió en la encarnación de su liderazgo, con tal arraigo que la población le concedió el chance de la reivindicación después que una primera elección derivara en desilusión.

De no haber sido objeto del ataque suicida que le segó la vida el 27 de diciembre del año 2007, hubiese sido electa primera ministra de Pakistán, en cumplimiento de un pacto que mantendría al general Pérvez Musharraf en la presidencia de la República.

Lo único que los electores del partido fundado por Zulficar Alí Bhutto, no les resultaba agradable de Benazir era su marido, Asif Ali Zardari, que cultivó fama mundial de corrupto.

Lo responsabilizaban del descrédito que provocó el colapso de la primera gestión de Benazir. A esa parejita se le atribuía el amasamiento de una fortuna de no menos de 1,500 millones de dólares en manejos turbios de fondos públicos.

La paradoja es que Asif Ali Zardari, objetado hasta por los de su partido, es en la actualidad presidente de Pakistán con mayores facultades que las que hubiese tenido la dueña del liderazgo. El partido democratizador ha devenido en una autarquía en la que el líder puede legar en un testamento la jefatura de de la organización.

Benazir legó el liderazgo del partido a su hijo Bilawal, precisando que mientras éste alcance la madurez, sus funciones estarán a cargo del padre, que Dios quiera que el vástago no corra la misma suerte de un hermano de la líder asesinada, que empezó a prevenirla de las indelicadezas del marino: fue objeto de un atentado perpetrado por policías que supuestamente lo confundieron con otra persona y se le dejó desangrar sin que apareciera una ambulancia que lo condujera oportunamente a una emergencia médica.

A finales del año pasado Musharraf se vio precisado a renunciar de la presidencia de Pakistán y la ñoña se la ha terciado el señor Zardari, lo que confirma otra vez que la suerte de esa nación que ha recorrido el mayor trayecto de su vida republicana bajo dictaduras militares, ha sido precaria.

Benazir y su trayectoria, me han venido a la mente, cuando he leído las declaraciones de la legisladora Keiko Fujimori, que se ha comprometido a emprender una jornada nacional para reivindicar a su padre, el ex-presidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por violaciones a los derechos humanos.

Para condenarlo por asesinatos en los que no hay alegato de autoría material, se ha invocado la denominada figura mediata, mediante la cual se puede responsabilizar a un autor que se haya valido de otras personas para cometer asesinatos, aunque las evidencias resulten tan abstractas que no rebasen la especulación.

El fujimorismo es una realidad muy potente en el Perú e independientemente de que la búsqueda de una tercera reelección lo haya hundido en el desprestigio, poco gobernantes pueden presentar resultados tan sólidos de una gestión que domó la bestia incontrolable de la hiperinflación y desmanteló el terrorismo que Sendero Luminoso ofertaba a los peruanos como pan cotidiano.

Puede que Keiko no consiga la revocación del dictamen contra su padre, pero el único que duda que esa lucha le confiere una plataforma política que pudiera resultar determinante, es don Mario Vargas Llosa.

A ella y a su propio padre los que les conviene es la victimación que despertará la indignación de los fujimoristas y de aquellos peruanos que valoran los aportes de Fujimori, aunque le cuestionen otros desmanes.

La heredera del fujimorismo no quiere dejar silvestre la idea de que pesca en mar revuelto y formula una aclaración que confirma lo que se percibe: “No estoy oficializando ninguna candidatura, ni estoy en campaña política, lo que estamos haciendo en los últimos meses es la conformación a nivel nacional de mi partido político, que se llamará Fuerza 2011”. ¡Casi nada!

Desde luego que cada entorno tiene sus matices, pero las similitudes son innegables.

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