La visita de la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, su carismática presencia y lo que emana de su proyección política resultan, sin duda, muy interesante y como diría el Maestro, dan una mayor fuerza a ese precepto de que “en política, lo real es lo que no se ve”.
No obstante, aquí se visualizan muchas cosas en claro. Por ejemplo, la funcionaria norteamericana ha mostrado su interés, entre otros aspectos, por el apoyo de la República Dominicana al desarrollo de Haití.
Por su parte, el presidente Leonel Fernández llevó al tapete de las conversaciones “el proyecto de asesoramiento sobre desarrollo turístico en favor de Haití”, tal y como aseguró el canciller dominicano, Carlos Morales Troncoso.
Ya durante su visita al hermano territorio haitiano, Clinton habló de la voluntad de Norteamérica por "hacer volver la esperanza al pueblo haitiano" y subrayó verbalmente el compromiso de su país en la ayuda a un pueblo cuyos sufrimientos van más allá de los huracanes y tormentas de años anteriores, aunque han sido acentuados por estos.
Haití nos duele, ¿cómo no va a ser así? Estar sumidos en nuestras propias penas y problemas no nos exime de condolernos por lo que sucede al vecino pueblo.
Y si no demostrara la Historia que sin ella resulta imposible conocer los períodos y la cultura de los tiempos, no podríamos entender cómo, a mediados del siglo XVIII, Puerto Príncipe era la más próspera de todas las colonias en América y hoy figura como la más pobre del hemisferio occidental.
No puede subsistir una población que vive con menos de dos dólares diarios y cuyo costo de alimentos básicos han incrementado su costo en más de la mitad.
El recuento es como para vestirse de luto. Cuando el mundo tiembla por la crisis, Haití se tambalea fuerte. Pero, muy de cerca le siguen muchos pueblos más de la América nuestra, la República Dominicana entre ellos, y de los primeros.
Siglos de colonización y despojos han dejado este sombrío panorama.
Clinton sugiere que la nación dominicana oferte paquetes turísticos que incluyan a Haití y vaticina que su gobierno proporcionará empleos desde la frontera.
Las propuestas integran buenas intenciones, pero nadie, ni siquiera la propia secretaria de Estado del gigantesco país, debe olvidar las deplorables situaciones en que vive la mayor parte de la población dominicana.