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Principio de la Moral en la profesión Militar y Policial

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El Militar y el Policía ante la Vida

El primer deber es proteger la vida, tanto la suya como las de los demás. Esto debe entenderse con claridad y necesita una explicación. El uso de un arma no implica la obligación de matar, todo lo contrario, se deben crear las condiciones para preservar la vida. Como principio hay que establecer que toda agresión es ilícita y que hacerlo envuelve una gran irresponsabilidad.

Cuando se trata de actuar en defensa de una injusta agresión, pude seguirse el principio establecido universalmente: “Es licito herir y aun matar al agresor en defensa de la vida propia, repeliendo la fuerza con fuerza, pero empleando en la defensa la debida moderación.” Es evidente que no hay obligación de dejarse matar y al defenderse se emplean los medios lícitos hasta donde sea necesario, de tal modo que se basta con herir al agresor para dominarlo, no para matarlo.

Lo que se aplica al injusto agresor, es igual en una guerra defensiva. Nunca se debe matar a los heridos o prisioneros, ni provocar destrucción que cause la muerte de una población civil sin necesidad.

En estos eventos el militar hará todo lo que sea necesario para obtener los objetivos propuestos pero respetando siempre la vida de los defensores.

No hay duda de que el valor de la vida humana trasciende y sobrepasa todo derecho: Es el valor supremo del ser humano y procede de Dios que la ha creado. Por ello ha de protegerse tanto la vida del agredido injustamente como hasta donde sea posible la del injusto agresor.

Como estamos en la edad de la aceptación, la alegría nos detiene y nos sentimos afortunados por las singladuras disfrutadas. Este viaje nos ha enseñado que la vida nunca queda incompleta si es honesta.

Dondequiera que la acabe, si la acabo bien, queda cumplida. Gran cosa seria morir noblemente, como hombre de prudencia y valor moral. No debo olvidar que tenia que llegar algún día allí donde en todo momento me encaminaba.

La vida lo mismo que la representación de un drama, no importa cuanto vaya a durar, sino la manera como haya sido representada. Poco importa en que momento se termine. Termine donde termine, solo precisa que tenga un buen remate.

No olvido que me sentí apretado cuando el cáncer, aprendí a hablarle a Dios y lo escuche. Seguimos esa amorosa, sublime comunicación y puedo asegurar que cuando le perdemos el miedo a la muerte, no hay tristeza sino agradecimiento.

Que existen dos cosas: es menester cortar el temor a lo futuro y las memorias de las molestias pasadas, o sea no cargar cruces innecesarias, que solo mortifican; hay que liberarse y es provechoso distraer el alma recordando los actos de virtud.

Considerar el aspecto bueno de la vida, solazar la memoria en las cosas que mas se han admirado. Aprender a explorar la natura y la verdad no causara enojo; son las falsedades las que empalagan.

El espíritu sonríe al recordar que un querido medico me dijo: “Ya pasaste el limite de la Vida”. Goce en mi silencio interior, diciéndome ahora me siento mas libre. Este bien me lo he proporcionado yo mismo, exigiéndome liberarme primero del miedo a morir. Esto es lo que nos pone el yugo.

El bien de la vida no radica en su extensión, sino en su uso y que harto puede acontecer y muchas veces acontece, que el que ha vivido mucho haya vivido poco.

El que se da la muerte para escapar del dolor, es un vencido. Es mas decente que los hombres aprendan a morir que a matar.

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