No es sorprendente que la mayor parte de los asambleístas hayan aprobado por mayoría el artículo 30, que penaliza el aborto.
Como afirma una colega y amiga “Hoy día, hemos invertido más de medio siglo en involuciones”. Habíamos aprendido que los cambios conducen al desarrollo y hasta pudo existir el espejismo que, después de tanto “forcejeo”, las reflexiones finales reflejaran la profundidad de los debates de acuerdo al momento histórico que vive el país.
La Asamblea Nacional Revisora de la Constitución de la República Dominicana aprobó dicho artículo 30, con la propuesta del Poder Ejecutivo, que establece que: “El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”.
Aunque un comentarista reflexiona acerca de que “las discusiones se centraron en el tema del aborto, dejando a un lado lo más importante, que consiste en que con ese artículo se define la posición del Estado frente al más fundamental de los derechos, el de la vida”.
Cabe entonces la interrogante: ¿qué vida? ¿La que se espera en la plenitud de la salud física, espiritual y el amor como cobija insustituible?
¿O esa otra, de la que tanto se ha hablado en los debates públicos, producto de una violación, incesto; o, sencillamente, de un vientre enfermo, o aquel que viene al mundo sin salud, pero con vida?
Vida es también nacer con el derecho a recibir la luz de la enseñaza. Eso es parte también de la inviolabilidad de la vida. Recibir atención médica, vacunas, nutrición adecuada desde la temprana edad…Esto y más, constituye la vida.
Otra colega escribe en su blog, esto que comparto con ustedes:
“Me fascinaban las clases de Derecho de Prensa. Y me encantaba aún más el profesor que las impartía, un hombre con aires de intelectual liberal y moderno (pero que años después el número 30, expresado en un artículo de una nueva Constitución, desmentirían). (…) Profesor Leonel Fernández, qué vergüenza que precisamente en su gobierno se haya votado por una Constitución aún más atrasada que la del propio Vaticano!
“(…) El papa Benedicto XVI no condena aborto terapéutico “siempre que la curación de la madre enferma suponga inevitablemente la muerte del hijo y el Papa no ha dicho en Luanda que haya que rechazarlo.
“Si eso sucede en Roma ¿no cree usted, Presidente, que aquí hemos sido más papistas que el Papa?”.