Después de varios días de los golpes, la mujer lesionada con dos niñas y un bebé de cuatro meses solicitó entrar a un refugio contra la violencia. Durante varios días estuvo escondida en casa de una amiga para recuperarse, pero no sólo la buscaba el cónyuge golpeador sino que también la familia de éste, para evitar la denuncia mientras argumentaban que se tratan de problemas conyugales y en este momento, son temas que no deben salir públicamente.
La violencia física siempre tiene espacio y no se trata de mantener el verso de la canción de Alfonsina: …”sabe Dios qué angustia la acompañó y que dolores viejos calló su voz… y si llama él no le digas nunca que estoy, di que me he ido…”
Resulta que el orden patriarcal establecido provoca pena, silencios y dolores viejos en las propias mujeres maltratadas. Ellas, cuando salen a buscar ayuda demuestran una decisión valiente y con trascendencia responsable: romper con el círculo vicioso, aunque saben que después quedará como mujer divorciada, jefa de familia, madre soltera, responsable económica, con soledades y prejuicios arraigados y difíciles de abandonar.
Este tema siempre mantiene vigencia, a pesar de la crisis económica, virus gripal, proceso electoral, porque la intimidad se resquebraja con la violencia en cada una de sus manifestaciones, como sendero de pena y silencios que llegó hasta el agua profunda y ni los fosforescentes caballos marinos la acompañarán en su soledad.
Prefiero apoyarme con definiciones que aportan estudiosos españoles como Briseño y Chacón, desde 2001, que explicitan la definición de género como el conjunto de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual anatómico-fisiológica y que dan sentido, en general, a las relaciones entre las personas.
Cada hombre y cada mujer fundamenta con su educación un modelo social, con roles tradicionales construidos pero… que se adapta y reformula en condiciones coyunturales y forma parte de las relaciones sociales que conforman el trabajo de las organizaciones para influir y transformar el tejido social establecido.
El apoyo político económico y social que requieren esas señoras, como resultado del trabajo especializado de las instituciones contra la violencia y para la protección de las víctimas de la violencia que llegan a los refugios y cuantas acciones se desarrollen, todas son válidas para que ellas puedan romper con el circulo fatal y salirse de la intimidación.
Atrás quedaron los empujones, golpes en lugares no visibles, actitudes, gestos, palabras groseras intimidatorias, controladoras de la conducta, descalificaciones, insultos, menosprecios delante de terceras personas, familiares o del vecindario.
Esa relación de inequidad queda trunca cuando la víctima sale. Aquella virtual unidad hogareña ya estaba quebrantada por los silencios, la violencia y las dificultades que identifican a la familia disfuncional, y ojalá alguien pregunte qué sucederá con la estabilidad emocional de las niñas y del bebé que padecieron la angustia de la madre.
Esta nueva Alfonsina, quien transita por una blanca arena que lame el mar y su pequeña huella, ya no vuelve más…
Ella bien sabe que aprenderá a vivir nuevamente, a conocer talleres y labores que le permitan ganarse la vida y asegurar el futuro de su pequeña familia. Hoy cuenta con la ayuda para encontrar nuevos poemas sin tener que echarse a la mar con las caracolas y el agua profunda.