Nuevamente el presidente Leonel Fernández cree que Quisqueya creerá en sus palabras, en sus besos. Sufrirá, pero será un mejor final. El país está empezando a decirle “vete, vete, vete” y el abucheo empieza a ser la sombra.
Los funcionarios tienen miedo de presentarse en los sitios públicos y la bonita cara de la Primera Dama no pudo evitar que la “aristocracia” invitada al espectáculo del italiano Andrea Boccelli le mostraron su desprecio con un inolvidable abucheo, que lleva en el alma como la gallina lleva el maíz en el buche. Esa es su venganza, es muy simple, pero retorna cada noche para fastidiar el adorado sueño.
La situación con el desfalco público está tan en rojo que si el presidente vuelve a enamorar a la plebe, ésta le devolverá sus besos. Y ya no tiene como poner la volanta al sonido. “Ni yo, que soy su más ferviente creyente, le creo”, me confesó uno de sus cercano colaboradores. ¡Parece que se esfuma el papi champú!
Con sus aliados reformistas está tan comprometido que si cancela a uno, sabiendo el país que la similitud entre ellos supera la lógica de los números, debe cancelarlos a todos. Y eso seria el desplome total de su administración y sería el desplome total de su estado de ánimo, porque Leonel se siente muy bien con el lloriqueo reformista, cosa que no puede lograr con los peledeístas, sobre todo con aquellos que fueron educados por el Profesor Juan Bosch y que aún hoy lo siguen aceptando como su guía moral. Cuando ve uno de ellos, para ponerlo en término bíblico, es como si viera el Diablo a la Cruz. “Ya viene este a joder”, es lo que piensa.
Con el reformismo, él se siente realizado, no importa que roben, saben gritarle, saben pedirle, se sienten emocionalmente conectados cuando en reconocimiento de su grandeza lo admiten como el Padrino, como el Don Coleone al que se recurre en busca de justicia, bienestar y tranquilidad emocional y al que se descubre asimismo en su figura. Ellos, los reformistas, saben que está tan cerca su condena, que lo complacen aumentándoles sus pedidos, sus ruegos, su canto donde se presentan como niño sin abrigo, y eso hace llorar.
Usted como lector puede llegar a pensar que todo esto es parte de la casualidad histórica, pero cuando se trata de asunto de Estado, lo que prima es el dossier, el saber cuáles son los apetitos materiales y espirituales del que aparece como líder, para envolverlo, para alabarlo, para plancharle la camisa, la corbata y su sobrero “colorao”. Descubrieron que podían convertir a Leonel en alguien que llore cuando no esté con ellos, hacer que escuche su voz, que se le abran los sentidos; y aquello ha sido aguacate, auyama y cajuil; cada noche le dedican sus mejores pregones.
Los reformistas eran una fuerza arrastrada por un río hondo, un Soco que cargaba la afluencia de cinco ríos salvajemente crecidos, ya habían bebido mucha agua y estaban casi al ahogarse. Apareció esa rama a la orilla del río y a ella se aferraron, se agarraron como lo hace el que busca salvarse, el que huye de la muerte, el que corre del colmillo social.
El país creyó que Leonel era el gran genio porque logró ganarse el respaldo de ese grupo, pero la verdad es que los grandes beneficiados han sido ellos. Eran una fuerza podrida a la que su propio líder odiaba, la despreciaba tanto que su mayor empeño estaba en conseguir que junto a él se fueran a la tumba, todos.
Siguen actuando públicamente, pero son un cadáver al que ya se le pasaron los tres días y a pesar de haberse cumplido el plazo no fueron enterrados. Como proceso natural ahora andan por las instituciones públicas dejando sus infectados gusanos. En medio de esta desesperada podredumbre, mientras Quisqueya ve desangrar su alma, Leonel anunció como medio de lucha contra la corrupción la conformación de otra comisión y ya son Ali Baba y sus 40 comisiones. Dijo, con su destacada pose de iluminado, que los corruptos no tendrán Padrinos. Olvida el honorable señor presidente que nuestros actuales desfalcadores no necesitan padrinos, ellos ya son Padrinos y lo son del tipo que destroza la vida de la Nación. Nuestros Padrinos, seguros y contentos con Leonel, nunca dejaran de gritar, de cantar como las prostitutas:
¡Ay dame más
que quiero más de ti
me gusta mucho tú
lo que me haces sentir!