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¿Para quién es el descrédito?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Una “despiadada campaña internacional de descrédito, ejercida desde afuera y desde adentro”, en relación con la inmigración haitiana, trajo como consecuencia que treinta y dos legisladores y asambleístas dominicanos protestaran y enviaran una carta al diario español El Mundo.

El hecho de que la República Dominicana siga siendo objeto de críticas con respecto a las relaciones que se mantienen con la hermana nación haitiana, trae siempre a la reflexión la imagen bíblica de Poncio Pilatos, lavándose las manos y dejando “que los demás actúen”.

En este caso, Pilatos personifica a las potencias desarrolladas, las mismas que desde hace siglos despojaron a esa tierra de tantas y tantas riquezas y, encima, producto de una colonización despiadada y lo que siguió después, transformaron lo que fue una de los más bellos territorios del área, magnífico vergel de su destino, en lo que es hoy, una de las más pobres y míseras naciones del mundo.

La historia, como dice José Martí, demuestra que lo que fue está en lo que es y siempre es bueno repasar el ayer, para poder explicar mejor el presente.

Hace tiempo se habla muy mal de la República Dominicana y su trato al pueblo haitiano. También sería conveniente que quienes deciden abordar el tema, indagaran sobre el número de niñas, niños y adolescentes; de envejecientes y discapacitados que apenas subsisten a todo lo largo y ancho de la geografía dominicana, sin apenas recursos, desnutridos, muchos de ellos sin educación, ni salud.

Pese a todo esto, aún cuando se sabe que la patria de Duarte anda cabizbaja por tantos sinsabores en su economía y en muchos renglones de su vida cotidiana, no deja de ser fuente de empleos para inmigrantes haitianos.

Esto, sin dejar de pensar en la manera que muchos países de Europa y Estados Unidos están considerando el tema de los inmigrantes de manera muy diferente a como se plantea que el Estado dominicano asuma la entrada indiscriminada de familias haitianas.

Sería tan factible, sano y enriquecedor que las plumas y voces del mundo, en vez de visualizar apenas un aspecto del problema, se alzaran e hicieran un llamado a los potentes Estados para que, en desagravio a tantos daños que causaron en el pasado, ayudaran a enfrentar los infortunios del presente.

Seguro que, aunque fuera con pocos recursos, porque su realidad es suficientemente pésima, la República Dominicana apoyaría en lo que fuera, porque el pueblo haitiano no puede ser ajeno a quienes, como ellos, saben lo que es llevar el peso del hambre y los sinsabores de tantos desgarramientos.

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