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Leonel pensó en la historia

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Por algún resquicio del pensamiento se coló la advertencia de la historia, y Leonel Fernández la atendió.

Escuché la exposición que hizo en ocasión del acto en el que se declaró al profesor Juan Bosch, como un gran maestro del periodismo, y salí dominado por la impresión de que se estaban experimentando cambios importantes en las actitudes de este hombre, que jurábamos y perjurábamos conocer como un ser de imperturbable racionalidad y de una vocación patriótica asentada en principios que jamás entrarían en juego, pero que de repente se nos proyectó como un individuo exclusivamente interesado en el mantenimiento del poder por el poder mismo.

Explicó que Juan Bosch fue un maestro del periodismo, porque fue un maestro de la palabra y un maestro de la política, e insistió en un mensaje dirigido a los jóvenes en la necesidad de forjarse en torno a alguna nucleación, un partido, una junta de vecinos, un club deportivo y cultural, una iglesia, cualquier estructura que le forme bajo una disciplina.

Y que no digan que lo hacen para aspirar a nada, que lo que premia y da lo que se merece es el trabajo y la organización de pensamiento.

Al final del acto quise acercarme a él para saludarlo y expresarle mis felicitaciones, pero los propios funcionarios que lo ven todos los días tendieron un muro infranqueable, y preferí la retirada. El que habló en ese acto es el Leonel Fernández que siempre he admirado y cuyas causas he asumido sin titubeos en las circunstancias en las que de verdad se prueba la lealtad.

El Leonel Fernández que es virtud para este país no se parece en nada al que andaba en un mercado persa estableciendo el precio de los votos que necesitaba para completar la mayoría que haría factible la aprobación de una reforma constitucional trajeada a la medida de sus conveniencias.

No es el que haría provecho de la cohesión y disciplina de la mayoritaria matricula de asambleístas de su partido, para hacerles votar por un punto que sabe que muchos no compartían, pero que tenían que endosar para no tronchar su futuro político.

A muchos les asaltaba la duda de que el presidente Fernández tuviera el propósito de repostularse por tercera vez consecutiva en las elecciones del 2012, aprovechando el carácter no reactivo de la nueva reforma, pero siempre sostuve que era muy difícil que lo hiciera, no por el compromiso hecho ante los miembros del Comité Político de su partido, sino por las circunstancias política del país.

El presidente sabía más que nadie que un paso como ese le regalaría a la oposición política un frente tan amplio, que la derrota sería indiscutida.

El llamado de la historia ha surtido para el presidente Fernández un efecto similar al de la voz que se estremeció en la conciencia del apóstol Pablo, en el camino de Damasco.

No sé qué le ha dicho la voz que se le presentó al presidente Fernández para prevenirle del nefasto referente histórico que se reservaba al imponer una reforma constitucional que denunciaba sus intenciones de perpetuarse en el poder sin medir consecuencias, pero lo importante es que la institucionalidad democrática lo ha vuelto a ganar de aliado.

Por más que sus propias circunstancias lo lleven a argumentar a favor de la reelección, ésta ha sido el peor enemigo que haya tenido el desarrollo institucional del país.

Desterrarla otra vez, y ojalá que ahora sea para siempre, nos dará un ejercicio gubernamental más transparente.

Si fuera buena no hubiésemos tenido que estar desentendiéndonos nuevamente de ella, apenas un año después del último certamen presidencial. Era totalmente absurdo que se estuviera debatiendo una reforma constitucional para ampliar sus horizontes.

Esa fórmula del 1994, alevemente traicionada por el propio Partido Revolucionario Dominicano, aunque da más larga vigencia a todos los liderazgos, posibilita su renovación, y frena el uso y el abuso de los recursos del poder para doblegar voluntades.

En lo adelante tendremos elecciones en la que pesarán más las propuestas que las compras de votos y la competencia se desarrollará en condiciones más equilibradas.

Ahora si es verdad que se frena el padrinazgo para los actos de corrupción y que los funcionarios tienen que colar su café claro, porque un mandatario que sabe que no se va a quedar es mucho más celoso con el manejo de los recursos del Estado.

Lo más importante es que, en un momento de crisis, tenemos un gobierno que se ha colocado en mejores condiciones para concertar, porque recobra confianza y credibilidad.

Hay motivos para renovar las esperanzas.

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