En la obra Sinfonía del Águila, en su pagina 73, aparece un cuento que debe pasar a ser texto de las escuelas de medicina. El cuento se llama “El Virus” y en él se relata la historia de un enamorado que pretendiendo poseer una enfermedad acude al consultorio de la doctora Amelia, quien descubre la intención pero aprovecha el momento para ilustrar al “paciente”, sobre los virus y cómo se comportan; así se lo explica:
-Pablo del Robo, los virus son corpúsculos primitivos, sin vida propia, que necesitan obligatoriamente estar dentro de un organismo para reproducirse, y como es su objetivo, hacer daño. A pesar de que tú tienes fiebre alta y signos de severa y obvia infección, no puedo prescribirte antibióticos porque los virus no tienen tratamiento específico, los antibióticos no funcionan contra ellos.
-Doctora, ¿qué hacer?
-Tres cosas:
A- Entregarle al cuerpo muchos y buenos alimentos, muchos jugos, especialmente de limón o cereza para que cree resistencia.
B- Esperar que la aumentada defensa del cuerpo se libere del virus.
C- Ver a la enfermedad seguir un curso fatal.
-Y cómo el cuerpo se libera de ellos, ¿los asimila?
-No, Señor del Robo, el cuerpo no puede asimilarlo, porque recuerde, son corpúsculos primitivos, sin vida propia; así que lo que hace es que lo rechaza.
-¿Y por qué no los mata?
-No puede matarlo porque no tienen vida, son la muerte y la vida no tiene como asimilar la muerte; viven en dimensiones muy distintas y sólo se puede existir en una a la vez. Es como si cada humano perverso que se muriese se convirtiera en un virus: ¡Ese debe ser el infierno! Por eso atacan con mayor fortaleza cuando el Sol se ausenta. Y lo curioso, señor del Robo, es que el cuerpo para enfrentar a la muerte recurre al fuego; se prende, se calienta, hierve por dentro, así el fuego pasa a ser la mas eficiente medicina y la ceniza el mejor abono.
-Por qué ingerir mucho líquido, doctora? ¿Qué tienen los virus contra el agua?
-Se necesita el líquido porque el organismo demanda estar hidratado; si no lo está, el riñón retiene líquido y al retenerlo disparará en el organismo una enzima llamada renina angiotensina. Ese hecho desencadenará en el sistema renina-angiotensina-aldosterona, que favorece la retensión de agua y sodio, elevando así los niveles de la presión arterial. Tanto la entrada como la salida tienen que estar, deben estar húmeda. Es la mas humana, la mas natural confirmación de que “el agua es vida, y la seca, la madre de las pestes”.
A mí no me gusta tener la razón, siempre he aspirado a ser un sin razón, pero tengo como Fidel Castro y nuestro adorado Maestro, el Profesor Juan Bosch, la virtud de no pensar en ganancias cuando emito mi opinión, eso me da honestidad y el poder para ejercerla con libertad. Es sabido que cuando los hombres honestos se equivocan es porque han hecho un gran descubrimiento.
La razón por la cual no me gusta tener la razón, es porque cuando la tenemos nos creemos autorizado a usar la violencia en forma descarada e irresponsable. Por esa razón en mis escritos trato de brindar luz sobre los acontecimientos presentes y sus manifestaciones en el futuro, si las tienen, si las veo, para que esa luz aumente los niveles de comprensión, para la necesaria prevención y prevenga los hechos que luego me den la razón y justifiquen la violencia, el uso brutal de la fuerza que tanto rechazo.
Los virus no pelean guerra frontal, son guerreros musulmanes, les importa un banano estar medio siglos enterrados en el desierto. Este virus en 1918 se llevó unos 50 millones de persona, regresó 39 años después, en 1957, e hizo estragos, se enterró durante 52 años y ahora regresa con una fuerza expansiva llamada a hacer mucho daño. La revista Science alerta sobre la posibilidad de que sean muchos más los casos que los confirmados en los laboratorios, entre 6 y 32 mil en México desde el 23 de abril, pero ya es una alarma nacional en los Estados Unidos, está en Europa y llegó a China. Science asegura que entre el 0,4% y el 1,4% de sus víctimas dejará de respirar.
Yo no quiero que este inmortal llegue a Quisqueya, ojalá y tenga con nosotros compasión, aunque sea de pena. Pero quiero advertirle a nuestro gobierno que si algo está demostrando este mundo aceleradamente unido es que estamos obligados a compartir, no a competir; y que este guerrero santo no se puede enfrentar pensando en preservar ganancias: la única especie que genera beneficios es la humana y el último lo entrega en la funeraria.