Décadas atrás se decía que Santiago de los Caballeros le mandaba a los capitaleños los talentos, las empresas, las instituciones, los poderes del Estado, las decisiones, todo, hasta los presidentes de la República.
Muchos son los que se fueron a la capital y se quedaron.
Pero, ya Santiago no es ni sombra de lo que era antes. El desarrollo, la no planificación nos llevó la tranquilidad, el aire bueno, las marchantes, los coches y la seguridad ciudadana.
Hoy observamos una liberación desenfrenada en los jóvenes, las mujeres más emancipadas, cientos de sitios de diversión; estamos llenos de presiones políticas y sociales, con una acentuada división de clases.
Los entaponamientos de las calles nos desesperan, las bocinas de los carros, el calor de las tardes nos asfixia.
Atrás quedó el parque Duarte, como lugar de reunión de intelectuales, personas famosas de esta ciudad de los coches.
Santiago ha crecido de forma descomunal, con ello ha crecido la pobreza de sus barrios y campos, hoy somos mas de 820,000 mil habitantes, de los cuales se estiman unos 225 mil de jóvenes adultos.
Y esos jóvenes no tienen acceso a empleo, con escasas oportunidades de desarrollo humano, educación, diversión sana, etc.
Por ello, la violencia, la delincuencia, los asesinatos, los secuestros, el narcotráfico se han elevados a niveles de epidemias en la otrora ciudad más limpia, la ciudad de los coches y el recordado Centro de Recreo.
Urge un Plan del gobierno, legisladores, organizaciones comunitarias, sector privado, para rescatar a Santiago, reducir los niveles de violencia, narcotráfico, los accidentes de tránsitos, el deterioro de sus calles, los vertederos improvisados de basura.
Un Plan con fondos especiales del gobierno y el sector privado, que saque a los jóvenes de la pobreza, la delincuencia.
Esa sería una seria manera de acercar y debatir la problemática del municipio de Santiago, donde todos nos involucremos, y palpemos que estamos construyendo el sueño de vivir en un Santiago mejor.
Y donde se defina el nuevo rol del municipio de cara a los nuevos tiempos.
Hoy, los santiagueros nos preguntamos ¿y qué nos enorgullece, qué disfrutamos?
Por lo menos ayer sentíamos orgullo del despertador más original del mundo, de una marchante que nos avisaba del amanecer con su pregón que anunciaba sus productos, de la tranquilidad, de la limpieza, del aire bueno, de los nobles y cultos ciudadanos.
Hoy, Santiago está sacudida, estremecida por la violencia, el narcotráfico, la falta de autoridad, por el deterioro y suciedad de sus calles.