Nuestros actuales políticos parecen que no son capaces de echarle un suspiro al viento, no parecen tener algo que recuerden de una forma bonita, no tienen refugios imaginarios donde esconderse, nada viene a sus pensamientos, ninguna cosa agradable palpita en su memoria, todo cuanto aparece es el insaciable deseo de saquearse uno al otro, de resaltar lo que no le sale bien…
Y es esa enfermedad la que les impide terminar las cosas en santa paz, que les impide ver al humano no solo en su evolución material sino también en su desarrollo espiritual, pues sin ver esta parte se puede buscar, pero no se encontrar la salida, no la encontrarás aunque agote la última gota de tu llanto en este viaje.
Todos hablan de la miseria haitiana, aunque sea en un murmullo, y lo hacen sin mencionar personajes y lugar. Podríamos preguntarnos: ¿Nos están diciendo los haitianos que la miseria material no existe? ¿Que los seres humanos vivimos experiencias, agradables, dolorosas, miserables? Respuestas a la medida no la tenemos, a la medida sólo lo que cabe en tu corazón, que es tan pequeño y tan grande como el Universo.
Una cosa he podido observar: los haitianos tienen más de cien años diciéndonos que no quieren tener un Estado, que no quieren ser un Estado. ¿Es esta actitud parte de su memoria histórica, de su ADN espiritual? Recordemos que hasta hace muy poco, África no tuvo Estados; que era una tierra para el ejercicio libre del caminar y la práctica bajo el Sol, la Lluvia y la Luna del poder mágico sexual.
¿Quién teniendo eso va a luchar por tener un azaroso Estado para que te persiga y te maltrate? Si usted no entiende eso no podrá entender por qué las “autoridades” haitianas han dejado plantada dos veces a la comisión dominicana que pretendía discutir el conflicto de los camioneros; o más cómodo, si usted no quiere entenderlo, usted puede seguir como nuestro honorable señor presidente volando chichigua en el Internet.
Desde el primer presidente que tuvo Los Estados Unidos de Norteamérica, (George Washington, quien gobernó entre 1789-1797), hasta el actual, Barack Obama, al llegar a la Casa Blanca se les enseña que cuando se le plantee un desafío, un dilema, una crisis, debe hacer tres preguntas:
1-¿Cuáles son los intereses norteamericanos en el área?
2-¿Cómo nos afecta internamente?
3-¿Cuáles son nuestras opciones
Si al actual presidente norteamericano le plantearan la crisis haitiana y siguiendo la metodología hiciese las preguntas establecidas al Consejo de Asesores, éstos tendrían que responderles, a la primera: en Haití no tenemos intereses, sólo costos; a la segunda, es decir, ¿cómo la crisis haitiana nos afecta internamente?, la repuesta sería: los legítimos –legítimos porque ya en Washington se dejará de usar el termino narcotráfico-comerciantes de las drogas, son los dueños de las calles y tienen una tendencia despiadada al uso de la violencia, pero su actividad no afecta la normal entrada del producto a nuestro mercado interno; y en cuanto a la tercera, es decir, ¿qué opciones tenemos?, el Consejo respondería como el poeta: ¡son una isla…un destino y cada persona importa! El presidente respondería: apliquen esta última y jamás volvería a hablar del tema. Como chiste, el presidente observa a sus asesores, vuelve y le pregunta:
¿Esa es la mejor?
-Sí, esa es la mejor, les responden, en coro y alegre.
Entonces el presidente asiente y afirma:
-Pues háganlo.
A partir de ese momento, el presidente queda únicamente como mensajero de la estrategia y todo el Imperio trabaja en la ejecución de la misma, labora en cómo hacerlo de manera que la relación costo/beneficio, desde el punto de vista ilusorio, sea rentable. Es esa capacidad del Imperio para poner el sentido común a su servicio lo que ha posibilitado su supremacía en los últimos siglos. Y si los chinos aparecen como la potencia del futuro se debe precisamente a eso, a su poder para aferrarse al sentido común, cosa que no tuvieron los rusos.
La tradición nuestra, cuando se nos presenta un desafío, ha sido esperar hasta ver qué hacen los otros y entretenernos buscando culpables en tierras extrañas. Y si ellos ofrecen algo para aliviarnos la carga, pedir más de lo que nos ofrecen; y si hacen algo que nos afecta; protestar, enérgicamente, mientras lloramos nuestro dolor y le difundimos al mundo que no somos culpables sino víctimas de la irresponsabilidad de otros, nunca de nosotros.
Tuvimos un debate en la Cumbre sobre nuestro problema migratorio con Haití y allí habló la enferma derecha latinoamericana, esa que siempre prefiere sangre antes que entendimiento; y como prefiere sangre, se asegura de que se elaboren leyes que la generen.
No importa cuántas cosas diga y cuantas leyes trate de aprobar la enferma derecha Latinoaméricana, América no tiene un desafío material, tenemos los recursos para vivir cómodamente, pero tenemos un desafío existencial: construir mejores especies humanas. Y nadie puede sustituir a la naturaleza en su proceso de libre elección. Soy de opinión de que para enfrentarnos a nuestros desafíos con Haití tenemos tres opciones:
1-La Trujillista: que consisten en expulsarlos a todos y matar a quienes se nieguen a irse. Esto constituye una barbaridad impensable, pero la derecha encabezada por la banda Castillo la añora y la Diabólica Inquisición, con toda el alma, como siempre, le respalda.
2- La china: Crear una muralla que evite todo contacto. Todos sabemos que esa solución es económicamente inviable, sería el estúpido juego del perdedor/perdedor.
3- Convertir a Haití en la provincia 33. Yo soy partidario de esa.
Ahora que discutimos sobre la Constitución se puede hacer lo que debimos hacer hace muchos años: formar el Estado Quisqueyano, la República de Quisqueya, con su capital como nombre Anacaona, nombres que nos darían el más grande distintivo, que nos evitaría tener que durar un día completo explicando qué es la República Dominicana y dónde está, que nos evitaría tener que explicar que no somos Dominica y que no somos los dominicos…
Quisqueya y Anacaona son los nombres legítimos y perfectos para esta isla que necesita una clara política de promoción, de identificación, que necesita un nombre comercial que nadie en el Universo tenga, sólo nosotros. Y Haití como provincia 33 nos permitiría acceder a todos los fondos que los organismos internacionales aprueban pero que no pueden entregar porque en la administración haitiana no hay nadie capaz de usarlos de acuerdo con las normas establecidas.
Ya hemos perdido más de tres mil millones de dólares porque nadie confía en que si les entregan a los haitianos esos fondos, los mismos serán usados adecuadamente, mientras nosotros tenemos que invertir grandes sumas de dinero para poder atender las necesidades de salud y educación del inmigrante haitiano, hoy se habla de que el 40 por ciento de nuestra inversión en el sector salud va hacia ellos. Nuestra ceguera nos ha impuesto una política de perdedor/perdedor.
Los haitianos creyeron que cuando Obama llegara al poder todos los millones del mundo irían a engrosar sus arcas, pero resulta que Obama conoce más que nadie al negro que justifica su irresponsabilidad diciendo que son “discriminados”, sobre todo cuando no hay leyes en la que puedan basarse. Y Obama, más que nadie, está obligado a reclamarles responsabilidad en el uso de los recursos públicos.
Juan Bosch profetizó que América camina hacia una unidad humana, no política, sino humana. Y nosotros, en vez de entender ese concepto y facilitar las cosas queremos hacer lo que la imposibilita. Nuestra derecha podrá reírse a carcajada porque controla un grupo que puede imponer una ley que satisfaga sus apetencias de sangre, pero no podrán evitar que la profecía de Juan Bosch se cumpla. Yo puedo describir la situación haitiana con un poema que permite su total comprensión, aparece en la página 31 del libro Ópera del Cernícalo, se llama Haití y dice así:
Estoy cansado –le dijo
La muerte no lo entendió.
¿Cómo alguien podría estar cansado de estar muerto?
Nosotros, los quisqueyanos, tenemos que ser el Cristo que levante al Lázaro de la tumba; si no lo hacemos el Lázaro nos arrastrará a su tumba, a esa que día a día cavan con mayor profundidad. Tenemos un desafío: La raza humana, la raza americana, la raza quisqueyana, y esa raza se mejora haciendo lo que la naturaleza pide que hagamos.
A) Darle a cada ser humano que habita en este Continente un pasaporte y el derecho a viajar libremente en busca del amor que produzca una especie sana, fuerte, libre.
B) Crear para todo el Continente una moneda. Creo que el dólar puede ser, siempre que sea la moneda del Continente no sólo de Norteamérica.
C) Creer firmemente en que Somos ¡una isla, un destino…cada persona importa…! O que somos ¡un Continente, un destino…cada persona importa…!