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«Es un milagro. Fue Dios», dijo una madre tras intervención a su hijito

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Ocho días después de que Jordan Smith naciera en marzo, su madre seguía sin poder ver su rostro.

La masa de 1.8 libras que salía de la boca del recién nacido le cubría los ojos, la nariz, las mejillas y la frente.

Casi lo había matado en el útero, y amenazó su vida durante el parto.

Pero dos médicos de la Universidad de Miami ejecutaron un plan cuidadosamente elaborado, impidiendo que el tumor matara al pequeño Jordan.

En las semanas que siguieron, Kimberly Robinson pudo cargar –y finalmente ver– a su hijo por primera vez, una experiencia que luego calificó como un «renacimiento».

»La primera vez que lo vi, sólo pude verle la barbilla», dijo ayer la mujer, mientras cargaba en brazos a un saludable bebé de dos meses sin el menor defecto en su carita.

A fines de octubre, durante una consulta de rutina, Robinson y el técnico de ultrasonido notaron algo raro en la pantalla. El feto de 17 semanas tenía una forma anormal en la cara.

»Pensé que se estaba chupando el dedo», recordó.

Los médicos descubrieron que se trataba de un tumor de rápido crecimiento, que salía de la boca del bebé. Pronto le impediría tragar líquido amniótico, lo cual podría causar que el útero de Robinson se inflamara y que ella diera a luz prematuramente.

Le explicaron que era probable que el tumor asfixiara al bebé después del nacimiento. Si el niño era lo suficientemente afortunado como para sobrevivir –lo cual sería muy difícil– lo más probable sería que sufriera de retraso mental. El aborto, le dijeron los médicos, solamente aceleraría lo inevitable.

Robinson, chofer de autobuses escolares que transporta a estudiantes discapacitados en Miami-Dade, quedó desconsolada.

Robinson, madre de tres hijos, recurrió al Jackson Memorial Hospital, a su familia, sus amigos, y el pastor de su iglesia. Cada uno de ellos le repitió lo que su hija de 13 años, Kimeisha, le dijo cuando se enteró de la noticia: «Todo va a salir bien».

Elvire Jacques, obstetra y ginecóloga de UM en el Holtz Children’s Hospital, estuvo junto a Robinson durante meses, y quedaba atónita a medida que cada una de sus dudas se iba disipando y el bebé seguía desarrollándose.

Para cuando Jacques y su equipo médico de 20 personas llevaron a cabo la cesárea el 25 de marzo, el pediatra otorrinolaringólogo Ramzi Younis mantuvo al bebé conectado a la placenta de su madre después del nacimiento, mientras buscaba una manera de que pudiera respirar, a pesar del tumor que le cubría la carita.

»El 35 por ciento de su peso estaba sobre su rostro», señaló el doctor Younis.

El médico alzó el pesado tumor y encontró lo que buscaba: la boca. El tumor, que salía de la boca del bebé, dejó una apertura diminuta, pero suficiente para insertar un tubo respiratorio.

Luego de otra semana en el hospital, Younis llevó a cabo una segunda operación, esta vez extirpando el tumor.

Lo que encontró después de seis horas de operación lo dejó asombrado: debajo de la pesada masa roja estaba, intacto, el rostro de Jordan.

»Es un milagro. Fue Dios», dijo Robinson.

»Todos los días me asombro más», puntualizó la orgullosa madre.

Fuente: Nuevo Herald

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