Junio, el sexto mes del año, ha sido declarado como “mes del sordomudo” y en el país, algunas instituciones y centros especializados se preparan para desarrollar actividades de gran importancia para este grupo social, numeroso en la República Dominicana, tal y como reflejan las estadísticas.
Si quisiéramos repetir loables iniciativas, recordaríamos la llevada a cabo por la Escuela Nacional de Sordomudos en 2006, cuando realizaron el primer Expo Concurso de Dibujo y Pintura, mediante el cual los alumnos de dicho centro pusieron de manifiesto sus habilidades.
La creación artística es parte de esa magia que ayuda a mejorar considerablemente, las relaciones de las personas con estas limitaciones auditivas y en ocasiones también del habla, sobre todo cuando desde niños se les ofrecen los cuidados requeridos.
Según estimaciones de la Federación Mundial de Sordos, en el mundo hay alrededor de 70 millones de individuos con deficiencias auditivas.
Por tal razón, es imprescindible prestar atención a “la actitud discriminatoria que existe hacia las personas sordas por parte de los colectivos oyentes” y comprender que la sordera está considerada una enfermedad y el sordo, un enfermo que debe ser curado.
En una ocasión, una doctora norteamericana de visita en el país, con el objetivo de realizar donaciones de equipos para menores sordo mudos, expresó durante una entrevista: “¿Sabe usted lo triste que debe ser para un niño no escuchar el canto de los pájaros?”.
En la Plegaria de un niño Sordo, uno de los fragmentos expone:
¿Cantan los ángeles en el cielo, Señor?/ ¿Oiré música allá?/ ¿O estaré arrinconado/ mientras los otros se acercan a Ti rezando/ y yo me pregunto lo que ellos están diciendo, Señor, como tantas veces me pasa aquí?/
Que junio no se convierta en apenas una fecha más del calendario, sino en período de reflexión acerca de cómo puede cada quien ayudar y comprender a esos seres que caminan a nuestro lado en la mudez extrema de su extremo silencio.
Ojalá las autoridades presten la ayuda necesaria y prioricen los recursos que no deben faltar, sobre todo para el diagnóstico y tratamiento a temprana edad, de quienes padecen la sordera en la tierra dominicana.