Cuando me encontré con mi amigo Rafael Calderón, fue en ese momento y lugar especial donde sobreviene el estado natural en el cual, periódicamente, la mente y el cuerpo obligan a cerrar los ojos y la conciencia se pierde de tal manera que los reflejos paran de responder a los estímulos anatómicos y el cerebro atraviesa por un ciclo de imágenes, pensamientos y emociones.
Luego del fuerte apretón de manos que solemos compartir, éste me invitó al Congreso Nacional para que fuera testigo del mejor discurso que el presidente Fernández, pronunciaría esa noche tan esperada por todo el pueblo dominicano.
Y con esto, según me enfatizó Calderón, se borrarían todas mis dudas sobre el mal manejo de la administración pública, que en tantas ocasiones yo he denunciado por medios televisivos, radiales, y cibernéticos.
De manera que, ante tanta insistencia de mi amigo, lo complací y una vez llegamos al Congreso Nacional, observé con gran orgullo esa figura grandota del Maestro Juan Pablo Duarte. Igualmente, fui testigo de cómo todos y cada uno de los legisladores y secretarios de Estado se detenían ante la majestuosa estatua e inclusive rezaban un breve credo antes de entrar en el gran salón, donde según los rumores, se esperaba el relanzamiento del nuevo gobierno.
Félix Bautista, quien llegó acompañado de una pobre muchacha limpia vidrios, cuando abrazaba la figura del Maestro, casi cayó de rodillas ante tanta solemnidad, y luego le siguieron Temístocles Montás, Francisco Javier García, Franklyn Almeyda, Felucho, Vincho Castillo, Roberto Salcedo, Díaz Rua, Héctor Rodríguez Pimentel y como siempre; Euclides Gutiérrez Félix dando cátedras de la historia dominicana. Detrás de él, el resto de los ministros que conforman dicho gabinete presidencial. Todos acompañados por una gran comisión de canillistas, plomeros, carpinteros, profesores, médicos, ciegos, minusválidos y estudiantes de todo el país. Fue una vista impactante.
Yo estaba perplejo y aturdido de tanta bondad y Rafael Calderón, llorando de alegría, me dijo: “¿Qué opinas de esto ahora Juan Sánchez? Y no supe qué decirle en ese momento, preferí seguir disfrutando tan fascinante experiencia.
De repente, todos corrimos hacia el salón, pues el presidente Fernández había llegado temprano y se proponía comenzar su discurso con urgencia. Después de hacer las presentaciones y salutaciones protocolares de lugar, no tardó en entrar en materia y con palabras llanas, sinceras, reales, se dirigió a toda la nación diciendo:
“Pueblo dominicano, hoy he tenido una experiencia religiosa que me ha hecho cambiar mi cualidad de decir y hacer las cosas. Durante todo el transcurso del día, he descubierto mi propio eslabón perdido y ahora puedo enlazar mis palabras con los hechos. Por lo que puedo asegurarles que en ésta oportunidad, a partir de ahora, no es el político quien les habla, sino mas bien el amigo, el estudiante, el plomero, el mecánico, el vendutero, el doctor y el profesor, en fin, hoy le habla a la nación; el DOMINICANO.
Pido disculpas por lo errores cometidos y muy en especial por la autorización de una cementera en el Parque Nacional Los Haitises. Por un desliz de la codicia, casi cometo el llamado crimen de lesa humanidad. Lo siento, empresarios y eclesiásticos; pero, la nación está por encima de todo y de todos. Por lo que a partir de éste momento, ordeno que Jaime David Fernández Mirabal detenga todo el proceso de manera inmediata.
Igualmente, reconozco que la inversión en Salud y Educación, la cual actualmente representa menos del porcentaje que indica la ley, otra clara violación producto de mis imprecisiones, no es ni ha sido suficiente. Por lo que esta noche hemos identificado las fuentes para incrementar dicha inversión en no menos de un 12% del producto interno bruto.
¡Cuán feliz y liberado me siento en decirles estas palabras de alivio y esperanza!
Debo reconocer que si hemos hecho todo tipo de prestamos para obras no prioritarias como el Metro, yo me pregunto ¿Por qué no hacer lo mismo por una causa mucho más productiva y mucho mas justa, como lo es una mejor salud y educación, y por supuesto, mejores hospitales y salarios a nuestros médicos y profesores?
Eso es inaceptable, y esta noche pueblo dominicano, el PLD ha renacido, porque bajo mi nuevo gobierno, el abuso no pasará.
Sobre la pandemia que hoy estremece nuestra nación, estoy advirtiendo al secretario de Salud Pública, Bautista Rojas, que si en los próximos dos días no tenemos públicamente reconocido el verdadero número de dominicanos infectados con el virus AH1N1, y cuáles medidas efectivas se han implementado para proteger la salud de los más necesitados, entonces no solamente será este funcionario destituido, sino también sometido a la acción de la justicia por ocultar tan vital información.
Aprovecho la ocasión para pedirle a la periodista y comunicadora Licda. Castillo, que por favor acepte nuestras disculpas por la desconsideración cometida en su contra, cuando el secretario de Salud Pública, Bautista Rojas, le ocultó la verdad sobre el estado de salud de su hija.
Como se dice en el pueblo: “Si esto ocurre en la China, a este funcionario le pasa algo muy serio en una plaza pública”. Bien, pueblo dominicano, con el relanzamiento del nuevo gobierno, no tendremos que ir a la China para que se haga justicia en nuestro país.
Ya basta de tanto irrespeto y abuso, porque así, NO ES PA’LANTE QUE VAMOS.
Anteriormente ya había enunciado sobre las fuentes de generar mas divisas a favor de los mas necesitados; entonces he aquí la otra buena nueva: el salario de todos los funcionarios locales, embajadores, cónsules, asistentes y auxiliares en todo el mundo, será reducido al mínimo posible, obviamente sin que esto pueda entorpecer sus funciones, y las cuales he redefinido cuidadosamente, y con esos nuevos fondos, que se traducen en millones de dólares, ¡SE REPARARÁN LAS ESCUELAS DEL PAÍS, CARAJO….!”
Válgame Dios, qué discurso mis queridos lectores, les cuento que así por ese estilo, el presidente habló sobre todas las secretarias. Yo que no paro de exigirle al doctor Fernández mayor equidad con el erario publico, no sabía donde meterme, la ovación era nacional.
La estatua grandota del Maestro Juan Pablo Duarte parecía que se sonreía, el Congreso temblaba de alegría. La noticia corría por radio, televisión, celulares, gente bailando en las calles, diablos cojuelos, la muerte en yipe y roba la gallina hicieron las pases, Indotel informaba que las paginas del Internet se rebosaron, blogs, chateos, emails, textos por celulares, faxes desde todo el mundo, mensajes de voz, telégrafos, Fedex, UPS, DHL; envíos Cibao, yo no lo entendía todavía, pero confirmé lo acontecido con mil llamadas telefónicas, y todos me aseguraban la misma satisfacción de la nueva esperanza que el nuevo gobierno producía.
Y mi amigo Rafael Calderón, con su mano derecha en mi hombro me exigía: “Y ahora Juan Sánchez, ¿que tú dices?” y le respondo: “Todo está bien Calderón, pero dime tú ahora; ¿De qué escribo cuando me despierte?