No ha sido casual el respaldo que ha recibido el gobierno al informar la venta de Refridonsa a Venezuela, vistas manifestaciones importantes como la del sector industrial y la del sindicalismo dominicano.
Percibo que parten del criterio de que para nosotros producir carburantes no es prioritario. Prioridad sería el almacenamiento de combustible suficientemente capaz como para sostener la demanda local. No vale la pena distraernos en un mercado que no representa nuestra base de sustentación, por lo que sugerimos priorizar nuestras ventajas comparativas en el mercado mundial y dejar a los países productores todas las gamas de avance de ese complicado sector.
La decisión aleja al país de un sector de poco aporte que ha sido puntero de la voracidad incontrolable que representan las Multinacionales, empresas que pudieran dedicarse más al servicio de la tecnología, que a la propiedad, explotación y comercialización petrolera, condición que tarde o temprano termina en manos de sus dueños verdaderos, las naciones propietarias de los yacimientos, como es el caso de Venezuela.
Por tanto, la idea del traspaso a Venezuela es racional dentro del contexto de la seguridad, de lo que implica aspectos importantes de la estructura física, de la garantía del suministro, de las inversiones de tecnología que mucho o poco en gran medida la manejan y la promueven con sus capitales las naciones productoras de petróleo. En ese sentido, considero que promover la venta de Refridonsa a Venezuela sería igual que hacerlo con naciones como México, Arabia Saudita, Kuwait o Qatar. Desde luego, que nos quedamos con México o Venezuela por aquello de sus capacidades más que probadas, de la vecindad, de la solidaridad y de la hermandad histórica de nuestros pueblos.
Aquí sí es que cabe sumarnos a la frase del señor presidente que reza; “E’palante que vamos”.