Honduras tiene elecciones presidenciales fijadas para noviembre y la juramentación del nuevo Gobierno debe ser en enero.
El artículo 4 de la Constitución vigente en ese país no sólo establece que la forma de gobierno es republicana, democrática y representativa, ejercidas a través de tres poderes independientes, que lo son el legislativo, el ejecutivo y el judicial, sino que además establece como obligatoria la alternabilidad en el ejercicio presidencial, y considera como responsable de delito de alta traición a la patria el intento de violentar esa disposición.
Este país estaba hecho y derecho cuando Manuel Zelaya se convirtió en presidente de la República, tras una pírrica victoria electoral, pero le ha dado por pensar que sin él no hay nación, aunque le ha preservado intactos sus insolventes indicadores de desarrollo humano.
Mel, o el “Comandante Vaquero”, como también le apodan los hondureños, parecía un hombre normal, con una peculiaridad: un populismo inesperado en un hombre nacido en cuna próspera. ¿Quién iba a pensar que se encantaría tanto con el “carguito” que se atrevería a hacer diabluras para imitar el continuismo chavista?
Le ha dado al jefe del Ejército una orden que viola la Constitución y las leyes, porque le ha pedido que proteja un referéndum que el Tribunal Superior Electoral (TSE) ha declarado ilegal, cosa que el subalterno se ha negado a acatar. Además, el Parlamento aprobó una ley que prohíbe el referéndum 180 días antes o después de los comicios.
La Suprema Corte falló declarando la inconstitucionalidad del referéndum y el ministerio público dispuso el decomiso de los materiales, que estaban retenidos en la Fuerza Aérea, pero el propio presidente se colocó al frente de una turba que fue a la sede de ese cuerpo a exigirles a los oficiales la entrega del material que le había llegado hace algunos días en un avión desde Venezuela como regalo del patrocinador de ese invento: el presidente Hugo Chávez.
Zelaya ha querido dar la connotación de golpe de Estado, pero ningún militar le ha ido a apresar, Honduras lo que quiere es que en enero, Mel se marche en paz, que se vaya a donde no hieda con el 12% de aceptación que tiene en las encuestas.
El insiste en montar una farsa a la que sólo se sumarán los empleados del gobierno y los motivados a ganarse unos pesos.
Su ministro de Defensa, avergonzado, le presentó renuncia. Ni siquiera su partido le acompaña en esta desfachatez.
A Zelaya le descubrieron el truco: ha jugado al caos para incidentar el proceso electoral, pero los militares han sido más inteligentes que él: han dicho claramente que el poder es asunto de civiles.
Esas son de las cositas frente a las que tendremos que hacernos de la vista gorda: ¿Cómo diablos puede la República Dominicana censurar a un presidente que ha desbordado su propia legalidad, si es secreto público que lo ha hecho con los incentivos de nuestro gran socio estratégico?
PD: [Este artículo fue escrito por Martínez Pozo antes que se materializara el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya en Honduras]