La primera lección que se extrae del impasse que ha culminado con la puesta en retiro del general Juan Tomás Taveras Rodríguez, es que no todo el mundo está en disposición de permitir que se le veje en aras de conservar una posición.
La orden general que el jefe de la Policía Nacional hizo publicar en la sede central y en los destacamentos el 10 de julio, no se limitaba a participarle a su subalterno de la medida disciplinaria que le había sido impuesta, explicando el motivo y las disposiciones violadas, contenía imputaciones que nadie con dignidad dejaría pasar por alto.
Con haberle comunicado al general Taveras que “su escrito refleja un criterio personal, pero cuyo contenido involucra a nuestra institución policial…”, el mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, hubiese dejado establecido que su único objetivo era hacer valer la disciplina, pero a ese planteamiento le agregó una carga de expresiones ofensivas.
Pasa a decir que el general Taveras, “en su afán protagónico, soslaya de manera maliciosa y aviesa la profunda transformación a que está siendo sometida la Policía Nacional con la aplicación del Plan de Seguridad Democrática, creado por el Excelentísimo Señor Presidente de la República, doctor Leonel Fernández Reyna…”
Si no es intimidatorio el enrostrarle a un general ranquiado para ocupar la jefatura policial que está desconociendo el trabajo del secretario de Interior y Policía y del presidente de la República, lo bordea. No era sólo los 10 días de reclusión en el Palacio de la Policía lo que estaba en juego.
La ley institucional que faculta al jefe policial para imponer medidas disciplinarias, confiere a los afectados las posibilidad de recurrirlas cuando sientan que son injustas, y fue lo que intentó hacer en el plano interno Taveras Rodríguez, pero, en violación a la ley, esa vía se le cerró, y es por eso que decide ir a la Justicia ordinaria, e interpone un recurso de Habeas Corpus.
Con ese recurso se despertó una entendible preocupación por la imagen institucional, que habría quedado muy maltrecha si se corría el riesgo de que el general alcanzara ganancia de causa, es ahí que rse reúne el Consejo Superior Policial, y decide recomendar al Ejecutivo la puesta en retiro. Horas antes se le había puesto en libertad para dejar sin objeto el Habeas Corpus.
¿Pero cuál fue el motivo de esta refriega?
La enésima insistencia de un hombre absolutamente convencido de la necesidad de una redefinición del rol policial, de que esa institución reivindique su carácter civil y que no continúe operando como una brigada más de las Fuerzas Armadas. Lo que pide Taveras Rodríguez que sea la Policía es lo que dice la ley que es esa institución.
No había escrito un artículo en Clave Digital sino 119, además de un libro que se titula “Redefinición del Rol Policial”, y coautor de otro publicado en la Cancillería por la presidencia de la República, a propósito de la reforma constitucional. En todos hablaba de los cambios que sus 27 años de experiencia en la institución y su preparación académica le permitían sugerir.
Comprendo que, si sus escritos provocaban fisuras institucionales, se hablara con él para que algunos planteamientos los reservara para el escenario interno, pero no se logran reformas botando reformadores. La Policía ha sacrificado una joya.