El Partido de la Liberación Dominicana se vendió ante el pueblo como un partido progresista, liberal avanzado, teniendo como fundamento el marxismo sin apellido, su doctrina y principios apegado a la liberación nacional.
Gracia a esa orientación ideológica, el PLD, logró aglutinar en su seno a una parte significativa del segmento de clase pequeña burguesa del estudiantado, profesionales, intelectuales y comerciantes.
Con la ayuda del sector más conservador de la nación, representado por Joaquín Balaguer, negando todos esos principios que le dieron origen al PLD, Leonel Fernández logró un pacto para llegar a la presidencia de la República.
Y se ha aposentado durante tres períodos en la dirección del Estado.
Abonado por la ignorancia de nuestro pueblo, apelando a la demagogia, buscando palabras altisonantes en el vocabulario político, enrostrándole de que aquí nadie sabe conceptualizar, nos ha impuesto un modelo de gobierno que se enseñorea en la corrupción.
El ciudadano presidente de la República no se inmuta, no dice nada, no hace nada ante los escándalos de corrupción en su gobierno. Como si menospreciara los principios originarios de su partido y de su líder Don Juan Bosch, apela a la defensa de los hechos de su gobierno, castigados por la población, de enriquecimiento fácil, tráfico de influencia, reparto de sinecuras, nepotismo y todo tipo de privilegios.
Es como si creyera, cual príncipe Maquiavélico, que hay que ver la política y acción pública en función de la inversión de valores, de la corrupción, donde los procedimientos se reducen a dos elementos: “la corrupción o la mentira y el terror. No hay, por ende, mas que dos partidos que seguir: o acariciar a los hombres o suprimirlos, o colmarlos de mercedes o destruirlos”.
Es el mismo presidente de la República, Leonel Fernández, quien en la campaña electoral del 1996, dijo en un memorable discurso que los delitos de corrupción le estaban costando a nuestro país más de 30,000 mil millones de pesos. Se comprometió por ello a luchar contra la corrupción, hasta llegó a crear el Departamento de Prevención contra la Corrupción (DEPRECO)
Pero, es el mismo Leonel Fernández, quien en las elecciones presidenciales pasadas, se pronunció justificando el uso de los recursos del Estado y las famosas nominillas de los políticos suyos que recibían un sueldo sin trabajar, alegando que “la corrupción es un serio problema de cultura, histórico, un proceso inconcluso. Ninguna sociedad lo resuelve de manera absoluta, para siempre. No es un mal del presente ni del pasado gobierno, sino cultural, histórico y universal”.
Muchas palabras y ninguna acción efectiva contra este flagelo.
Recordemos que le cambió el nombre al DEPRECO, su titular renunció porque nadie en el gobierno le hacía caso, ahora se llama Dirección Nacional de persecución contra la Corrupción Administrativa (DPCA). Además creó la Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción, su presidente, José Joaquín Bidó Medina, dijo: “Me siento asqueado por los casos de corrupción denunciados en la administración pública”.
En sus pronunciamientos, el presidente de la República reconoce que “la corrupción y falta de disciplina impide una eficiente administración en su gobierno”. Pero nada hace. No le da coherencia a las palabras y los hechos.
Se necesitan menos discursos, menos viajes y más acción.
Es sencillo, no nos ofrezca señor presidente el Paraíso Perdido de Milton, ni utopías para una sociedad perfecta, sólo respete el juramento que hizo ante la Asamblea Nacional, cuando se juramentó como presidente de la República, de cumplir y hacer cumplir las Leyes; la de la Cámara de Cuenta, la de Compra del Estado, la de la Administración Pública, la de Libre Acceso a la Información Pública, etc. Sólo eso señor presidente.
Por último, rememoremos estas expresiones del profesor Juan Bosch, aparecida en una carta pública que le envía su alumno y amigo periodista Marino Zapete:
"Los dominicanos saben muy bien que si tomamos el poder no habrá un peledeísta que se haga rico con los fondos públicos; no habrá un peledeísta que abuse de su autoridad en perjuicio de un dominicano; no habrá un peledeísta que le oculte al país un hecho incorrecto o sucio o inmoral".
El autor es periodista
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