La voz del senador Wilton Guerrero se sigue escuchando como denuncia del narcotráfico que impera en el país. En esta ocasión se trata de lo acontecido con la droga que trajo “una avioneta precipitada en las costas de Baní, provincia Peravia”, la cual, según asegura, “se vende en esa ciudad como si se tratara de yuca, arroz o guineo”.
Toman fuerzas las acusaciones que sitúan a la República Dominicana, ya no sólo como puente por donde transitan a su gusto y manera todo tipo de drogas y estupefacientes, sobre todo rumbo a Norteamérica y también a Europa, sino como consumidora por excelencia de las prohibidas sustancias narcóticas.
Según Guerrero, “la cocaína que trajo esa nave está siendo comercializada en esa provincia por personas que se apoderaron de parte del cargamento y la están vendiendo como se oferta cualquier producto de la canasta familiar en el mercado”.
Esto es más que una razón para estar preocupados en uno de los asuntos, junto a la corrupción, que más ocupa y preocupa al pueblo dominicano.
Los casos de Paya, sucedidos en el mismo escenario que ahora ocupa las primeras planas, no han sido del todo esclarecidos. En esas andamos aún…
Es como si en este pedacito de tierra estuvieran proliferando esos males, que ya se ha visto como destruye a familias enteras y, por lo tanto, atenta contra la sociedad misma y su buen funcionamiento.
El nombre de la provincia Peravia se relaciona con el sucio negocio de las drogas; pero, no es la única en el país. ¿Hasta cuándo seguirán sucediéndose hechos de tal envergadura? ¿Por cuánto tiempo más la República Dominicana ocupará los primeros lugares en el narcotráfico internacional? ¿Proseguirán avionetas y barcos bombardeando desde cielos y mares sus inescrupulosas mercancías?
Las familias dominicanas merecen despertar un buen día sin noticias de drogas, ni de actos de corrupción o construcciones que dañen su medio ambiente. Dominicanas y dominicanos necesitan paz. Resulta imprescindible.