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Masacre impune

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Para los días en que se agudizó el conflicto que Melito Zelaya Rosales atizó hasta el grado de provocar una crisis institucional que condujo a su inesperada, y para la comunidad internacional, inaceptable defenestración, se estaban conmemorando 34 años de uno de los actos de barbarie más bochornosos en la historia reciente de Honduras: el asesinato de trece dirigentes campesinos y dos sacerdotes en la finca de su padre Mel Zelaya Ordóñez, hecho por el que éste confeso participante fue hallado culpable y condenado a 20 años de prisión, que, lamentablemente, no cumplió.

Primero se maniobró para que los ejecutores no fueran condenados por asesinato, sino por homicidio, y antes del primer año, se les majareteó un indulto.

Se había agotado el primer lustro de los setenta, se vivía bajo el contexto mundial de la guerra fría y gobernaba el dictadorzuelo Juan Alberto Melgar Castro. La Unión Nacional de Campesinos había dado inicio a una jornada en reclamo de su reconocimiento legal y de mejoras en el sistema de tenencia de la tierra.

Hubo tomas de puentes y de carreteras, así como tomas simbólicas de propiedades, lo que hizo que los cuerpos represivos y algunos oligarcas entendieran que tenían que ofrecer castigo. Hubo centenares de apresamientos, pero los que cito no se les dejó salir a contar la experiencia, porque en un tribunal sumario en la finca de la familia Zelaya, en los Horcones, en Olancho, fueron condenados a muerte y ejecutados:

Los sacerdotes católicos Casimiro Chipre e Iván Betancourt, y los dirigentes campesinos Máximo Aguilera, Lincoln Coleman, Bernardo Rivera, Francisco Colindres, Fausto Cruz, Roque Ramón Andrade, Arnulfo Gómez, Alejandro Figueroa, Juan Benito Montoya y Oscar Ovidio Ortiz. A dos damas que acompañaban a los curas asesinados, también las acribillaron para no dejarlas como testigos: Ruth A. Mallorquín y María Elena Bolívar.

Conforme a lo presentado y probado en tribunales esto fue lo ocurrido:

“Doce personas fueron detenidas y encerradas en un cuarto utilizado como servicio sanitario del presidio de Juticalpa. A las diez de la noche fueron sacadas y conducidas a un vehículo pick up rojo, propiedad del sargento David Ártica, jefe del presidio de Juticalpa…se organizó un convoy al mando del mayor José Enrique Chinchilla, con dirección al valle de Lepaguare, donde llegaron a la una y media de la madrugada… el convoy se detuvo en el puente que da acceso al valle y allí fueron bajados los detenidos para trasbordar dos vehículos que los esperaban al otro lado, sumándose al convoy José Manuel Zelaya y Carlos Barh, quienes lo condujeron a la hacienda de los Horcones, propiedad de Mel Zelaya.

Desde el 24 de julio Zelaya Ordóñez tenía hospedado en su finca un pelotón de matones, encabezado por el subteniente Benjamín Plata, que en su ruta hacia la propiedad se topó con el vehículo en el que venían el padre Iván y a las dos señoritas, y llevó esos premios a la propiedad de Mel.

Los asesinados fueron arrojados a una fosa, dinamitada para que se tragara para siempre a las víctimas, pero el camuflaje no funcionó y poco tiempo después se formó el gran escándalo. Hallaron los cadáveres.

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