Aún siendo un tema más que reiterado, la corrupción en sí misma despierta múltiples sentimientos de rechazo, a grado tal, que cada quien se siente parte de las más de treinta organizaciones de la sociedad civil que se manifiestan en demanda de la adopción de medidas gubernamentales en el país, a fin de acabar con ese monstruo que se multiplica como plaga.
El colega Freddy Matos refiere que en su mayoría, los manifestantes son jóvenes de todos los extractos sociales.
Claro que tanta gente no puede equivocarse, las encuestas revelan que el 81,8% de los dominicanos y dominicanas considera que este es un país corrupto o muy corrupto y se integran como las más “distinguidas” en el tema seis entidades, entre ellas, el Congreso, los partidos políticos, la Justicia, la Policía y, encima, ¡el Gobierno!
No vamos a hablar aquí del popular término “macuteo”, o cobro por servicios en las instituciones públicas dominicanas, que según los datos, genera unos 7 mil millones de pesos al año, no dirigidos, precisamente, a fortalecer la salud pública y mucho menos el sistema educacional, si no a engrosar bolsillos de funcionarios.
El presidente sabe que junto a la droga, la corrupción hace mucho más daño que un gigantesco orangután en medio de finas porcelanas.
En su libro en proceso de edición, dedicado a la heroína Minerva Mirabal, Violeta Martínez escribe en uno de los párrafos: “En las dictaduras las elecciones se ganaron por la fuerza de las bayonetas. En ¨nuestra democracia¨ se obtienen por la imposición del dinero y las prebendas gubernamentales”.
La actitud ciudadana de rechazo a la corrupción se enfrenta a las justificaciones del Gobierno y culpan a la oposición de tales denuncias, como campañas en contra de la administración peledeísta, cuando en realidad las verdades afloran como hielos gigantescos que inevitablemente todos pueden ver.